El Defensor del Lector de El País vuelve a la polémica sobre loor de multitud con la rebelión de Leontxo García frente a la sentencia de hace unos días, cuando el Defensor defendió la locución olor de multitud, aceptada por la Academia, frente a la anterior.
Pero, contrariamente al olor de santidad, la primera siempre es maloliente, así que la fórmula, para quien la aguante. Dice el diccionario que loor significa elogio, pero Fernando Lázaro Carreter lo rechazaba por exquisito, inusual e impostado.
Las dos primeras son razones poco convincentes para eliminar términos del diccionario y del léxico, a no que se apueste por el empobrecimento cultural y lingüístico.
La otra razón tenía más peso: olor de multitud se formó por imitación de olor de santidad, ese halo de perfume que deja la mano de Dios en los santos cuando mueren. A la busca de mejor fragancia se adoptó el arcaísmo loor, ajeno a la formación de la frase.
Así que la mejor solución será no usarla para elogiar, a riesgo de molestar. El olor de la multitud sólo es agradable para los vanidosos de la fama y los codiciosos que cuentan los dineros dejados por la muchedumbre. Para los demás, son mejores los loores menos olorosos.