Jon Barandica | Jefe de Fotografía de El Periódico de Catalunya en Madrid
Martes, nueve de la mañana. En el Ministerio del Interior gran agitación y tensión en la espera del director del FBI, Robert Mueller, que se reunirá con el titular, José Antonio Alonso. Unos pocos fotógrafos y cámaras de televisión son testigos del recibimiento. Alonso habla inglés y de forma fluida. ¡Que en este país un miembro del gobierno hable inglés es de agradecer!
Alrededor de los guardias civiles del Ministerio que lucen tricornio y cuya complexión es típicamente mediterránea, unos armarios altos y espaldas anchas miraban cualquier cosa o persona con total desconfianza, en especial a los informadores. Se comunican por el pinganillo, cuyo micrófono está en la manga de sus trajes grises. Varios de ellos, no menos de ocho, portan maletines y otros, unas extrañas y abultadas bolsas negras que permanentemente siguen a su Jefe.
Nos citan después del posado de rigor a una rueda de prensa en otro lugar del ministerio.
Ya en la sala de la convocatoria, mientras técnicos y cámaras preparan sus trastos, los armarios con pinganillo y que sólo hablan inglés se mueven por la sala con cara de pocos amigos y con evidentes muestras de nerviosismo. Hay tantos policías como informadores. No paran de hablar con un enlace que el Ministerio ha puesto a su disposición. El enlace habla con más gente y entonces empieza un divertido baile de cosas y personas.
Miran y observan a la persona que llena una pequeña jarra de agua colocada al lado del micrófono de cada interviniente. Dan instrucciones para que se vacíen las dos primeras filas de asientos de la pequeña sala con la excusa de que allí se sentarán autoridades e invitados. Solicitan un cordón de seguridad a más de un metro de distancia del frontal de la mesa en donde se celebrará la rueda de prensa. Fotógrafos y cámaras deberán retirarse incluso del cordón una vez hayan hecho su entrada el ministro y el director del FBI.
Aquello era increíble. Todo lo que pedían los armarios aduciendo razones de seguridad, los funcionarios españoles se deslomaban para que así fuese. Nos llegaron a decir que las ruedas de prensa siempre se organizaban así.
Yo pregunto: ¿son así de solícitos los funcionarios norteamericanos cuando uno de nuestro ministros quiere transmitir el resultado de sus reuniones bilaterales a la prensa?
Bien, pues no termina ahí la cosa. Oímos cómo un armario literalmente inquiere que cuántas preguntas se van a realizar. Su interlocutor del ministerio no sabe qué contestarle. Le dice que dependerá de los periodistas. El armario replica que no consentirán más de dos preguntas, que ésas son las normas. El funcionario mediterráneo se da cuenta de que los fotógrafos hemos oído la discusión, se pone rojo y sale de la sala.
Comienza la rueda de prensa. Exposición de ambas autoridades de su visión sobre el terrorismo y el estado de la relaciones entre ambas administraciones. Se abre el turno de preguntas. Dos americanos pueden hacerlo. Alonso y Mueller movidos por un resorte y sin posibilidad de más, se levantan y dan por terminada la sesión. Lo mejor, las caras de incredulidad de toda la prensa española.