Un libro cerrado es papel muerto. Una obra literaria sin vida es un despojo de papel. ¿Cómo y quién mantiene la obra? Los autores o los lectores, no hay duda, pero sobre todo los últimos. Una obra vive cuando está en la mente de las personas, la recuerdan, la recrean, la comentan, se convierte en icono, un pasaje de la propia vida.
La literatura -pero también la música, el cine, etc.- puede asumir en internet una nueva vida gracias a su capacidad de relación social, a veces tan difícil en la vida real.
La obra viva más inmediata es la mantenida por los autores: la obra abierta porque se hace work in progress, construida con el autor con la colaboración del público o que se va transformando en la propia trayectoria del autor.
La obra abierta y participativa, bien porque se rompe la narrativa tradicional, lineal o cerrada en su textualidad, o bien porque la creación de la obra en interacción con su futura audiencia y los comentaristas va influyendo al autor.
Esa apertura de la obra es muy saludable para las obras técnicas y de ensayo, por ejemplo (The Wealth of Networks). La mecánica de la obra participativa permite que otros especialistas y públicos interesados ayuden al autor a perfeccionar su obra.
En la obra literaria o de ficción los resultados son distintos y el valor de la participación, también. Un autor tiene derecho a crear su ensueño, que es el que nos fascina. Los demás podemos hacerlo nuestro o no. A veces modificándolo si la obra se abre y otras simplemente reinterpretándolo en nuestra memoria.
Aquí surge una apropiación y vivificación social de la obra que me parece especialmente interesante. La obra está acabada, pero no cerrada. Instrumentos tradicionales como los clubes de lectura o los cine clubs (tan perdidos en España) son su animador social.
En el mundo digital es más fácil. La librería virtual Amazon ya incorpora algunos instrumentos esenciales para esa recreación y animación social de las obras.
Un libro puede dejar de ser papel muerto si los lectores comienzan a compartirlo, discutirlo, comentarlo y convertirlo en conversación.
El ejemplo es una forma de comercialización y distribución en la que la obra está digitalizada, se puede explorar para decidir si a uno le interesa, buscar tópicos o lugares y nombres, donde los lectores pueden añadir sus tags o etiquetas, se pueden leer comentarios de los lectores y participar en conversaciones o construir wikis sobre temas de la obra o relacionados con ella.
Los mismos mecanismos son muy interesantes para la información periodística.
Google Books es el gran intento del buscador para digitalizar muchas obras y permitir las búsquedas en el contenido y su relación con otras.
Cuando un libro ya no tiene que ser de papel, como reconoce la nueva ley del libro, la era digital sirve para recuperar aquello que perdimos y ahora podemos enriquecer con las herramientas digitales.
Las primeras obras eran abiertas porque eran orales. La narración cambiaba por los narradores, su público y el contexto en el que se interpretaban. La escritura hizo perennes a las obras de las ideas y la literatura, todavía abiertas a los copistas. La imprenta las convirtió en inmutables.
Ahora el texto digitalizado puede ser ampliado, enriquecido y socializado para vivificar la obra sin alterarla en el origen.
Hay un camino para abrir las obras a su construcción participativa y otro para socializarlas y enriquecerlas sin perder el control del original.
Es la hora de autores y editores.
Wiki para recoger ideas | Para una literatura participativa
La reflexión en Brétemas, Con Valor, Juan Freire, Heriberto Yépez, Jeff Jarvis.
P21 | El futuro de la literatura en la Red