La roja (no sé si en esta denominación hay alguna estrategia o compló oculto) devolvió ayer el ser a España. Unos goles a los ucranianos (que ayer pararon de currar en las obras para sufrir su derrota) y el patrioterismo aparece por todos lados.
Para algunos medios como El Mundo o ABC el patriotismo futbolero supera divisiones políticas. Unidos por la selección, dice ABC: "La reacción de la sociedad española es muy significativa, con un país paralizado a la hora del partido (...). Alegría colectiva, banderas, cánticos y, en definitiva, la presencia de los elementos que configuran el orgullo natural por la propia nación, sin excluir a nadie y con respeto pleno al adversario".
El Mundo (pago) destaca que "por primera vez desde hace mucho tiempo, la bandera tomó las calles a cara descubierta sin que mediara para ello una reivindicación política y se erigió en el símbolo de un país artificialmente dividido por la elite dirigente y sin embargo unido en torno a la hoguera de emociones que genera el fútbol".
Apañados estamos. Unos golitos y la España plural o la que se rompe todas las mañanas en las radios y los diarios se vuelve alegría unitaria. El día que nos ganen estamos perdidos, como dice Nacho.
Entonces, ¿de quién será la culpa? ¿De algún infiltrado separatista del equipo nacional? El interés general ya no es lo que era, musita Sergi Pàmies (pago).
El fútbol es folclore patriótico aquí y en todo el mundo. No hay duda. Pero si los goles son la argamasa de España mejor que nacionalicemos rápidamente a más inmigrantes de buen regate.