La mujeres, han debido ser las mujeres. Ya se sabe. Son mucho más prácticas y realistas. Los habitantes de Aracataca han decidido no ser Macondo. Y han hecho bien. Imagina la vida dependiendo de un narrador omnisciente. Igual que te puso en el mapa de la imaginación te quita. Poder absoluto. Ni el propio Gabriel García Márquez se ha atrevido a orientar el voto. Por la responsabilidad, supongo.
Fueron las mujeres, encabezadas por Úrsula, mujer de José Arcadio Buendía, las que abortaron el intento de cambiar el pueblo de sitio. Los hombres ya empezaban a prepararse para la mudanza. Menos mal que estaban las mujeres.
Fueron ellas las que dejaron Macondo donde estaba. Seguro que algo habrán tenido que ver en el empecinamiento de Aracataca para mantener su nombre.
El alcalde pensaba en el turismo que vendría. Pero el futuro es como el hielo, que llegó a Macondo con los gitanos, fascinó a Buendía, y se fundió.
Mejor seguir siendo Aracataca, patria chica de Gabo, modelo de Macondo, y no depender de las artimañas, los deseos y la ficción de un novelista.