En la Feria del Libro de Madrid no pasean los inmigrantes. No ojean los libros expuestos. No compran los tomos de sus escritores ni de los de aquí. Los inmigrantes de la Feria que hoy cierra están en los libros de las casetas. Fuera, en la solanera, no los buscan sus compatriotas.
Los inmigrantes están hoy en El Retiro, como cada domingo. Pero no deambulan por el Paseo de Coches, están más retirados, al fresco del verdor y la sombra. En las canchas donde se juegan partidos por gremios, naciones o amistades. Hoy se celebra la primera victoria de Ecuador en el Mundial de Fútbol y se ven algunas banderas donde normalmente sólo ondean las camisetas de niños y jugadores.
Las editoriales españolas han crecido desde hace años gracias a los escritores emigrantes o que siguen allí, en América, pero ya son nuestros o aquí publican.
Nació el boom allá y los libros de Porrúa y Sudamericana dejaron paso a los de las grandes editoriales españolas que hoy cubren de páginas Latinoamérica.
En el metro los ves. Y muchos leen. Pocos libros, muchos diarios gratuitos. Las preocupaciones son otras. La mayoría de las páginas pasadas por esas manos trabajadoras son religiosos. Las sectas e iglesias protestantes logran lo que no logran los escritores.
Un pueblo sin libros en este pueblo donde la lectura todavía cuesta a pesar del gran sarao de la Feria.
No hay ocio para los inmigrantes. Y como oyendo a Sócrates, sin ocio no hay cultura. Toca trabajar. Las historias se cuentan de boca a boca y si estás atento puedes escuchar cómo resuenan las tramas de algunos escritores.
Y la lengua. Ese habla ingeniosa y vivaracha de los pueblos jóvenes.
Los inmigrantes letrados publican libros en España y viven la vida literaria de Madrid o Barcelona. Los otros aún no leen en esta tierra de trabajo. Todavía no se integran en una cultura común, en un mundo de referencias compartido.
Quizá un día alguna editorial se anime y programe actividades para estos trabajadores de fuera con los operarios de las letras llegados de su continente. Quizás algunos ejemplares sobrantes alumbren el ocio y el gusto por las letras de algunos.
Algún día los inmigrantes estarán a los dos lados de las casetas de los libros. Y entonces seremos un solo pueblo, sin brecha entre los letrados y quienes vienen en busca de una nueva y mejor vida.
P21 | Feria del Libro sin papel