El debate sobre la financiación del telestado del bienestar es viejo y está lleno de hipocresía y política demagógica. A las denuncias de las televisiones comerciales sobre la escasa vocación de servicio público y los reclamos para reducir la publicidad de las cadenas públicas se une ahora la polémica de internet.
¿Es legítimo que las televisiones públicas reproduzcan sus programas en internet con publicidad? Gonzalo Martín vuelve a hacerse la pregunta que TV3 contestó en su día con 3alacarta (pago por los programas de archivo siete días después de la emisión, que durará poco, anuncia Ferran Clavell en el blog de Gonzalo) o RTVE ha contestado desde mayo con la nueva RTVE.es incluyendo publicidad en su web.
Pero, ¿no pagamos ya los ciudadanos la factura de las televisiones públicas con los impuestos? Sí.
¿Y no lo volvemos a pagar con la publicidad? Sí.
Entonces, ¿por qué pagar otra vez en internet lo ya pagado en televisión?
Para continuar aumentando el telestado del bienestar, tan propicio a los políticos, sin confesar a los ciudadanos cuánto pagan de verdad por las televisiones públicas. Ahora tampoco se confiesa cuánto se paga por sus extensiones digitales.
El problema crece cuando la misma estrategia de publicidad continúa y amplía con la convergencia de las televisiones con internet, donde el vídeo y la publicidad asociada son uno de los sectores de mayor crecimiento.
Y se hace más crítico cuando se utiliza la publicidad distribuida, de manera que cuando los usuarios copian o incrustan en sus webs los vídeos de algunas televisiones públicas difunden además la publicidad asociada.
¿Otra vez a pagar en forma de publicidad o pago por visión por los contenidos ya sufragados antes en la pantalla tradicional con impuestos y publicidad?
Esa es la respuesta de las televisiones públicas y sus gestores. ¿Los perjudicados? El dominio público y la competencia. No tanto la de las grandes cadenas y sus proyectos en internet (que a menudo olvidan que son una concesión de un servicio público), sino las nuevas iniciativas audiovisuales nacidas gracias a internet y la rebaja de costes de la era digital.
¿Cómo competir con los grandes monstruos que acaparan la inversión publicitaria? La pregunta ya está en internet con la respuesta de que el modelo de la televisión pública está agotado.
Y lo está. Pero no su resentido negocio, por el momento.
El resto del mundo vive la misma pelea con diferentes rasgos: desde la escasa incidencia de la televisión pública en Estados Unidos hasta la decisión de la BBC de incluir publicidad en sus webs y servicios digitales fuera de Gran Bretaña, donde los ciudadanos pagan la licencia por la televisión, que dedica 49 peniques (0,63 céntimos) a sus webs de las casi 11 libras (14 euros) que cuesta cada mes la radiotelevisión pública.
El modelo está agotado. De ahí las recientes protestas de Uteca, el lobby de las privadas.. La nueva televisión gracias a internet y los canales digitales no es igual a la vieja televisión, aunque viviremos un tiempo de convergencia por el aprovechamiento de las plataformas de distribución y la búsqueda de la rentabilización.
En un escenario de multitud de oferta y fragmentación de la audiencia y el negocio, la concentración de los grandes medios y la múltiple financiación de las televisiones públicas son una amenaza para los innovadores y las nuevas televisiones.
El olvido de la creación de contenidos para enriquecer el dominio público digital y cumplir mejor el servicio público sin estrangular el mercado perpetúa una situación abusiva en un país con una gran inflación de televisión pública. La respuesta no debería ser más televisión pública, sino determinar claramente para qué y cómo es el nuevo servicio público en la era de la convergencia digital, tal como se está haciendo en Gran Bretaña, por ejemplo.