José Bono ha perdido popularidad en los medios. Su decisión de adelantar a la mañana el horario de la sesión de control al gobierno en el Congreso no ha gustado porque se ha puesto difícil encontrar políticos para las tertulias mañaneras de las radios y televisiones.
Todavía ha gustado menos a los diputados, 90 de los cuales cobran de los medios por aparecer en todo tipo de programas.
Así que los miércoles cuando no está el presidente del Gobierno, los diputados aprovechan para escaquearse. El primero, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, que deja el papel de martillo del gobierno a la poco convincente Soraya Sáenz de Santamaría.
Y las tertulias vuelven a llenarse.
Pero tampoco importa tanto que los diputados no vayan al Congreso. El trabajo de la mayoría consiste en hacer de clá de sus líderes, como mucho de los portavoces de las comisiones. Léase sino el ilustrativo reportaje de El Mundo sobre la sesión de control a RTVE. La retahíla de preguntas estúpidas y sin mayor interés ni relevancia sólo caben en una pantomima política que perpetúa una casta de políticos burócratas.
De políticos becarios, como dice Enric González en El País. Políticos sin formación ni experiencia a los que los ciudadanos pagamos (y no como mileuristas) su larga etapa de formación para la carrera política o para acabar de consejeros en empresas públicas o bien relacionadas con el poder.