Antonio Fernández-Galiano, consejero delegado de Unidad Editorial, editora de El Mundo, Marca o Expansión, es el último en alertar de que "se acabó la fiesta" en los medios tras una década de aumento de inversión publicitaria y crecimiento.
Fernández-Galiano anuncia y justifica recortes de gastos y personal que ya se están produciendo en el grupo resultado de la fusión de El Mundo y Recoletos a causa de la crisis de la prensa.
El consejero delegado desvela que su estrategia es similar a la de Prisa y otros grupos: recortes de personal con indemnizaciones pactadas y jubilaciones anticipadas sin tener que recurrir a un expediente de regulación de empleo (ERE) que los resultados de muchos medios todavía no justificarían. Porque como reconoce Fernández-Galiano, las rentabilidades y el cash flow de muchos todavía son altos.
Pero la caída de entre un 15 y un 30% de la publicidad en la mayoría de los diarios obligará a un nuevo escenario y acelerará el cambio de modelo de negocio demorado por los años de bonanza económica.
Coincido con el consejero delegado de Unedisa en una necesaria reducción de costes en muchos medios, pero debe ir aparejada con una innovación y apuesta por nuevos negocios que no siempre se realiza.
El problema no es la democracia y el papel de los medios en ella. Cada día más los ciudadanos se arreglan sin la prensa, que ha bastardeado su papel democrático demasiado a menudo. Y El Mundo es el ejemplo de lo peor de un periodismo que pretende muchas veces gobernar en lugar de informar, como ha sucedido con la teoría de la conspiración y el 11-M.
Tampoco dice toda la verdad cuando se queja de las concesiones de televisión, porque desgraciadamente todos los grupos han jugado al poder, a favor y en contra, y unos han sido beneficiados por el gobierno central y otros por los gobiernos locales y autonómicos. Sus quejas suenan igual a las de Juan Luis Cebrián, consejero delegado de Prisa. Democracia televisiva que no para de contaminar la democracia real y que los ciudadanos critican desde hace tiempo. Uno de los peores deterioros de la prensa ha sido depender de los gobiernos para la concesión de canales de televisión y emisoras de radio a falta de organismos independientes.
Toca apretarse el cinturón. Pero también dejar de invocar a la democracia como justificación de la prensa y apostar por objetivos más cotidianos y menos sublimes, pero que posiblemente ayuden a mejorar la función democrática de la prensa, su papel social y su negocio futuro.