Siempre me ha fascinado la total hipocresía del Rey y resto de la Familia Real ejercida en tantos discursos sobre tantos temas. Me fascinan todavía más las caras de asentimiento de sus espectadores y encantados súbditos. El Rey acaba de reclamar a los periodistas veracidad e imparcialidad.
Lo dice la figura española tratada con mayor parcialidad y protección informativa durante tanto tiempo.
Y lo dice el mismo día que se sabe que la Casa Real no permitirá cubrir a la prensa la recepción del 12 de octubre y sólo se permitirá un pool de imágenes.
¡Viva la real transparencia informativa!
¡Bendita sea la exhortación del monarca a los poderes públicos para que los medios puedan desarrollar su función "en condiciones de plena libertad"!
¡Pero cómo se puede tener tanta cara!
Así sigue el Rey con sus discursos mientras en la realidad las molestias de los periodistas, deseosos de atrapar algo de lo hablado en una recepción que pagan todos los españoles y a la que acuden representantes políticos e institucionales, se evitan con un cerrojazo informativo que es un portazo a ese derecho a la información que alguien ensalza en los discursos de Juan Carlos I.
Menos discursos y un poco más de transparencia informativa y responsabilidad ante los ciudadanos.
Zarzuela se permite con el paso de los años atenazar más la información de lo que lo ha hecho desde la reinstauración monárquica. Bonito ejemplo para el resto de poderes e instituciones.