Las identidades virtuales vuelven a la realidad. Frente al reino de la simulación y la desconexión con el mundo real, alerta de tantos agoreros, los usuarios de redes sociales vuelven a lo cotidiano y lo cercano. La web 2.0 se hace cada día más local y sus miembros intentan conocerse, reunirse y apoyar causas más allá de la actividad virtual.
Bienvenidos de nuevo al desierto de lo real, para parafrasear la famosa frase del filósofo Slavoj Zizek. Pero el desierto ha desaparecido y sobre sus arenas cree la riqueza de la consciencia ambiente. Deja de ser una ilusión (la regla general del universo, según Jean Baudrillard) para convertirse en una realidad percibida bit a bit: en cada mensaje de Twitter o en Facebook. ¿Fin de la era posmoderna y posthumana para volver a una realidad aumentada social y tecnológicamente?
Los defensores de las redes sociales dicen sí. Sus detractores se quejan de la deshumanización del contacto y la erosión de la conciencia, la atención y las relaciones. Pero los nómadas digitales viven apegados a sus listas de amigos en redes sociales accesibles desde cualquier conexión a Internet. Cuanto más nos movemos, más necesitamos una identidad ciborg, auxiliada por la inteligencia artificial, para seguir en contacto con una comunidad cuyo territorio ya no es la casa ni el barrio, sino una red. ¿Es sólo la superficie de la relación social?, como alerta Sherry Turkle, una de las mayores especialistas en vida virtual, o la identidad líquida (Zygmunt Baumann) anclada a la velocidad vital convierte esa consciencia ambiente en la única realidad posible del homo mobilis.
“Sistemas de consciencia son sistemas de comunicación informáticos que ayudan a la gente a mantener una conciencia periférica de los otros”, explica uno de los grupos de investigación dedicados a su estudio. El Gran Otro de la psicología freudiana mediatizado por los ordenadores y el interfaz de las pantallas. Quizá así se puede detener el horror al extraño para convertirlo en amigo y por eso los usuarios de redes sociales acumulan amistades virtuales imposibles de sostener en la vida real.
Además de las iniciativas de marketing personal, colectivo o corporativo que en esos grupos se realizan, cada vez son más los que se citan para traducir su actividad virtual en algo real, del ocio al activismo, como desde su aparición ha ocurrido en las comunidades virtuales, tan presentes en la política y en la rebelión democrática en tantos países. Si los juegos en red y las redes sociales erosionaban los límites entre lo real y lo virtual (Turkle), quizá es el momento de ir de la realidad digital a la analógica gracias a vínculos y comunidad de intereses facilitados por la tecnología y muy difíciles de sostener en un mundo cercado de soledad. Lo virtual se hace costumbre cotidiana de las personas.
Columna en Público