Sunday, October 19, 2008

Directores fascinados, presidentes contentos

En las entrevistas lo importante es el entrevistado. Cuando entrevistas a un artista, a un deportista, a un ciudadano protagonista de una información, el entrevistado concentra el enfoque y el contenido. Menos con los políticos, sobre todo si son presidentes. Entonces los medios y sus responsables se dejan fascinar por la atracción del poder y se empeñan en mostrar a sus lectores que han tocado al poderoso. Y se hacen la foto. El sillón blanco de Felipe González, los paseos de Pedro J. Ramírez y José María Aznar por los jardines de Moncloa. El País fletando autobuses para entrevistar a Zapatero.
El último en caer en la perversión haciéndose la foto con el presidente entrevistado es el más novato (con razón me corrigen: Marhuenda y Expósito son más directores más recientes, aunque el último ya era director de Europa Press) de los directores de diarios nacionales. Ignacio Escolar, director de Público -mi director, al ser colaborador del diario- ha aprovechado para hacerse la foto y difundirla.
Otra vez la fascinación del poder lleva a los periodistas, hasta a quienes más alardean de los vientos de cambio, a mostrar a sus lectores lo cerquita que están del poder.
¿Por qué tan pegados al poder? Cuanto más pegados al poder, más lejos del público.
En esa fascinación periodística también hay mucho de la vieja propaganda de la imagen y de la necesidad de reivindicación de tantos periodistas. Y se suma el marketing maldito que lleva a las escenas bobas que comunican lo contrario de lo que el público espera.
¿Quieren los ciudadanos que sus medios estén tan cerca de los políticos?
Según las encuestas y las reacciones a tantas informaciones, no. El viejo evangelio de los principios dice también que es mala cosa estar tan apegado a quienes la sagrada misión de la prensa obliga a escrutar y pedir cuentas todos los días. Si es que la prensa quiere seguir teniendo algún papel en la democracia.
Demasiada imagen, demasiada cercanía para una entrevista que no pone en aprietos en ningún momento al entrevistado, una entrevista inocente y amable, hasta el punto de servir sólo para que el presidente se explaye sin que tenga que dar explicaciones sobre sus actos, sus errores, sus aciertos y sus fracasos.
Manda la imagen, pierde la información.