Monday, November 01, 2004

Herederos por gracia de los medios

La monarquía se construye a fuerza de imagen. Donde antes el ceremonial era pompa y poder, ahora es televisivo y cercano, empático. 120 actividades públicas desde la boda. Don Felipe y Doña Letizia aparecen constantemente en las pantallas, en los diarios, en las revistas, desde el anuncio de su compromiso oficial, hace ahora un año.
La Casa Real se está empleando a fondo en la construcción mediática del Heredero. La monarquía hispana es catódica y sólo por gracia de los medios conseguirá su legitimidad. Los símbolos ya no lo son si no llenan minutos en televisión. O tienes audiencia o no eres nada, un príncipe sobrante como Carlos de Inglaterra.
La urgencia democrática y el posibilismo dieron el trono a Don Juan Carlos. El sitial de Don Felipe se construye a fuerza de fervor popular. Un joven heredero y una joven princesa, gloria para el cuché.
En la monarquía mediática española no hay sitio para la crítica ni para el republicanismo. Los grandes medios no se cuestionan la monarquía ni sus actos. Algún resbalón reciente impropio del Rey ha sido convenientemente silenciado.
Los príncipes son intocables y todo el mundo está encantado con su presencia, ya sea en la cuestación de la Cruz Roja, algún viaje de Estado o los premios Príncipe de Asturias.
Pero la construcción de una imagen cercana no está exenta de peligros. La línea entre el fervor y el periodismo basura es ténue. Un exceso y se pasa del populismo a la telebasura y el sensacionalismo.
Le ocurrió a Diana de Gales y podría suceder de nuevo.
El tradicional comportamiento obsequioso y entregado de los medios "serios" no tiene peligro. Pero otra cosa es el ansia devoradora del cuché de las tripas y la telebasura.
Un paso en falso y el trono cae al circo, donde las fieras vigilan el share. La Casa Real deberá tener cuidado. De la saturación al lodo el paso es resbaladizo. A fuerza de entrar en casa de uno, los príncipes pueden acabar siendo de casa, y ya se sabe.
"La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?", dice el poema. Cuando se actúa (o sobreactúa), se corren riesgos. Y los gestos despiertan inquietud, y la inquietud, curiosidad, y la curiosidad mata.

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