Los promotores del manifiesto Ciutadans de Catalunya contra el nacionalismo excluyente presentaron ayer sus propuestas bajo el manto de silencio esperado. Parecía una reunión de amigos en la Plaza Real, casi clandestinos, donde se reúnen los guiris a beber cerveza y a disfrutar del sol mediterráneo sin que nadie entienda de qué hablan. Forasteros en su tierra.
Había estufas en la plaza. ¿Con este calor? Serían para disuadir a los viandantes y a la prensa de pararse a escuchar a los disidentes.
Ninguno de los diarios de Barcelona anunciaba esta mañana el acto (al menos en sus webs). Por la tarde tampoco han corrido. Una demostración más de lo oportuno de la iniciativa.
Pijos, elitistas, les llaman muchos para descalificarlos. Los intelectuales están a la baja en las sociedades modernas. Ese porte orgulloso de ir a la contra, soberbio. El tiempo de los mandarines pasó. Se ha descubierto que sólo sobreviven los orgánicos y los inmigrantes de congreso.
Otros los repudian por haber esperado al cambio de gobierno, a la extinción de los años del pujolismo (madre de todos los males, dice el manifiesto), del trescentismo, para protestar. Pero quizá la esperanza se agotó ahora, cuando la izquierda defrauda.
Los hay que creen que es una revuelta de clase, como la de Robespierre y los cortacabezas ilustrados. Son tipos propios de la democracia burguesa de los libros clásicos. Gente a lo Gore Vidal o a lo Martin Amis, liberales aristocráticos. De buen yantar y muchos libros. Gente sospechosa.
El más criticado por los ciutadans, el Partit de los Socialistes de Catalunya (PSC), califica la idea de "reto intelectual".
¿Aceptarán el desafío?
Al PP tampoco le gustan. Arcadi Espada lo acusó de no frenar al nacionalismo y Félix de Azúa había marcado distancias.
Los firmantes del manifiesto reivindican la ciudadanía ilustrada, imprescindible para una democracia real y participativa. El llamamiento es por un catalanismo no excluyente y contra la cultura del odio y la queja.
¿Están preparados los ciudadanos para ese reto?
Puede que sí, pero no los políticos, unos y otros agazapados bajo la falta de responsabilidad y las excusas del estado autonómico, sobrado de clientelismo y que se ha echado sobre la sociedad (en Cataluña y fuera) para dominarla con un totalitarismo más dependiente de la profesionalización de la política y sus réditos que de interpretaciones mesiánicas de la realidad.
Por eso la protesta es tan similar y de tan distinto signo en Cataluña, Euskadi, Galicia, Madrid, Valencia, Andalucía. Allá donde el poder autonómico se instala sobre la realidad con una interpretación caciquil y clientelar. El fin de las ideologías se llevó a los líderes y nos dejó a los mercachifles.
P21 | Rebeldía contra el totalitarismo nacionalista