El nuevo gobierno socialnacionalista gallego tiene el gran desafío de ser el gobierno de todos tras unas elecciones que dejan un país partido: entre conservadores y progresistas, entre los del cambio y los de siempre, entre las ciudades y el rural , entre la mar y el campo.
Tiene también el desafío de empujar un progreso tímido durante los últimos años, en los que Galicia no ha dejado de ser una autonomía de segunda, que aún sigue por debajo de los niveles de convergencia europea y está mucho más lejos en modernización democrática.
867.000 gallegos han votado una nueva Xunta frente a 756.000 que apoyaron de nuevo a Manuel Fraga. 38 escaños contra 37. Esta vez los votos de la emigración no cayeron en la saca del poder autonómico. El poder central cayó en la cuenta de su importancia, y de algo debe servir estar en el gobierno.
Es cierto, como han dicho durante la campaña los vencedores, que hay una Galicia rural, minifundista, emigrante, callada, pero también otra moderna, activa, orgullosa, emprendedora.
Pero políticamente Galicia sigue sufriendo muchos años de atraso. La catástrofe del Prestige fue un primer aldabonazo. El empuje, la participación y la movilización de estas elecciones, nunca visto en la moderna democracia, es otra buena señal.
El nuevo gobierno de PSOE y BNG debe gestionar con eficacia, reclamar sus intereses y desarrollar una economía aún lastrada, pero sobre todo debe normalizar un escenario político anclado en viejos vicios.
Y el peor no es el clientelismo sujeto a los privilegios y el nepotismo. El peor es el desengaño, la resignación y la apatía. Los gallegos deben creer en su igualdad ante la ley y en la importancia y peso de su decisión, de su voz democrática.
Acabaron los tiempos del Gran Timonel, de la gratitud y las deudas con el sacrificio de Fraga. Es la hora de los ciudadanos, conscientes de su poder y sus derechos, de su voz y de su compromiso.
El primer desafío del nuevo gobierno de la Xunta es asentar la democracia en Galicia, para todos, sin distingos. Y no hay atajos, es necesario gobernar, gestionar, escuchar y ser muy justos para que ninguna mitad imponga su ley a todos.