El borrador del Plan de Juventud 2005-2008 (pdf) que prepara el PSOE refleja la opinión entre los jóvenes de lo obsoleto de las formas de participación civiles, sociales y políticas. A La Razón le entra el canguelo y ve revoluciones en el titular donde sólo hay lugares comunes.
Thomas Jefferson (uno de los padres de la democracia, y no sólo de la norteamericana) defendía que cada 20 años debería haber una revolución para que los políticos no se confiasen. Ya llevamos unos años de demora pese a la segunda transición de José María Aznar.
Está claro que la democracia formal y de partidos no es suficiente. Aquí y en otros países.
La Política 3.0 se presentó con fuerza en España con Nunca Máis, un movimiento ciudadano contra las mentiras del gobierno y la obviedad de una costa asfaltada, como si el gabinete del Partido Popular hubiera querido acabar (por fin) la Autovía del Cantábrico ganándole calzadas al mar.
El 13M fue la eclosión de la democracia extrema y participativa contra la oscuridad, el miedo y la falta de información de los atentados del 11M.
Desde entonces el Partido Popular no ha superado el complejo de ver a los ciudadanos tomar decisiones al margen de los políticos. Aquél Pásalo se ha convertido en la letanía de su sufrimiento y su fracaso por incomprensión de la realidad.
El PSOE tampoco entiende mucho más. Un vistazo a la metodología del Plan de Juventud (pdf, 41 páginas) da para reírse mucho, o más bien para llorar. La escasa participación propuesta por el partido de Rodríguez Zapatero en su última campaña en el País Vasco y la que está planteando en Galicia son ejemplos de política del siglo XX, no del XXI.
La metodología del Plan de Juventud destila leninismo barato (por lo centralizado y lo vertical) aderezado con unas gotas de marketing sociológico con el que alguien se habrá llevado sus buenos dineros públicos.
El farragoso documento metodológico se centra sólo en los miembros de asociaciones formales (los menos entre los jóvenes) y un batiburrillo de verborrea estadística para vender el software y las herramientas del plan.
Por lo que publica La Razón, los jóvenes no son muy diferentes del resto de los ciudadanos (Centro de Investigaciones Sociológicas, boletín 25).
La participación en la democracia está en crisis. Conviven problemas como la lejanía entre partidos, gobiernos y ciudadanos y la formalidad e institucionalización de unos canales de expresión que muchos no reconocen como suyos o donde es muy difícil participar.
El Partido Popular abandonó hace unos días el Plan de Juventud porque "habla de una participación activa falsa" al no contar con los organismos que tendrán que poner en marcha las iniciativas concretas y porque se discutían cosas ya decididas.
Así no es.
La participación de los jóvenes en la vida pública es baja y un plan de juventud no debe buscar la propaganda y el proselitismo, sino encontrar auténticos canales y herramientas de una participación que cada vez es más informal y se desarrolla en red: virtual y real.
Nunca ha habido tanta gente discutiendo, pensando y compartiendo. Pero lo hace sobre todo en el ciberespacio. El modelo sindical o de frente de juventudes no sirve. Si se quiere comprometer a los jóvenes en la democracia y la sociedad civil hay que apostar por nuevas formas, de participación y de sociedad.
No se inquieten por la denuncia de la democracia formal. De vez en cuando bien vale la pena una crisis creativa, o una revolución, como decía Jefferson.