Alrededor de mil quinientas personas se concentraron ayer en Madrid frente a la embajada de Estados Unidos para reivindicar la memoria del cámara de Telecinco José Couso, muerto por disparos de un tanque norteamericano el 8 de abril de 2003 durante la invasión de Bagdad.
En Washington media docena de rosas y un minuto de silencio conmemoraron la fecha. Javier Couso, hermano del fallecido, hacer una gira por Estados Unidos para pedir una verdadera investigación sobre lo ocurrido.
El Pentágono negó en noviembre pasado su responsabilidad. Otros informes independientes como el del Comité para la Protección de los Periodistas o uno de Reporteros sin Fronteras indican que la muerte no fue un asesinato premeditado, pero se pudo haber evitado si el ejército norteamericano no fuera tan hostil con los periodistas independientes.
La actuación del ejército americano en Irak es muy criticada dentro y fuera de Estados Unidos. La fórmula de los empotrados ha permitido contar la guerra en directo, pero a cambio los militares no dan ningún tipo de facilidades para la cobertura independiente.
El caso del tiroteo de la periodista italiana Giulana Sgrena y la muerte del agente de inteligencia Nicola Calipari, que había conseguido liberarla de sus secuestradores, es el último episodio de una forma de actuar muy cuestionada.
La familia de Couso y muchos periodistas y amigos no han dejado de luchar estos dos años para que se asuman las responsabilidades, una lucha en la que el anterior gobierno de José María Aznar, aliado de George W. Bush, no les apoyó.
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