El dictador Fidel Castro ha decretado luto oficial por la muerte del papa Juan Pablo II. Es una deferencia más y una mano tendida del régimen comunista a los católicos tras la visita papal a la isla en 1998.
Fidel, viejo zorro político, fue testigo de la fuerza e influencia del papa en la lucha contra el comunismo parapetado tras el Telón de Acero. Concluyó que era inútil luchar contra la población y la fuerza de la religión, y comenzó entonces una mejora de relaciones que culminarían en la visita de Juan Pablo II a la isla.
El año anterior se había reconocido la Navidad como fiesta en Cuba y desde principios de los años 90 del pasado siglo se habían mejorado poco a poco las relaciones entre los católicos y el estado comunista y ateo.
La iglesia católica es la mayor institución no oficial cubana. El culto se tolera bajo control, con presiones y rebajando su proyección pública. La iglesia no tiene acceso a medios de comunicación ni a la educación.
Atrás quedan años como 1962, cuando en pleno viraje del régimen al comunismo se cerraron las escuelas católicas. Hasta 1991 (derrumbe de la Unión Soviética) estuvo prohibida para los creyentes de cualquier fe la afiliación a un Partido Comunista declaradamente ateo.
Fidel es ante todo un realista que cuando vio el desplome del muro de Berlín en 1989 pensó que el opio del pueblo también podía servir para mantener la dictadura. O que por lo menos no era bueno sumar un enemigo tan fuerte.
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