Juan Pablo II ha muerto. El tercer papa más longevo de la historia deja una iglesia con más presencia política y con mayor voluntad de liderazgo moral que la que encontró en 1978, cuando comenzó su mandato.
El polaco Karol Wojtyla ha sido el primer papa no italiano en cuatro siglos. Juan Pablo II ha tenido la virtud de unir en torno a sí a una mayoría de los católicos, especialmente a los jóvenes.
Integrismo doctrinal, ecumenismo como manifestación de la superioridad de la iglesia católica, una fuerte e independiente posición política (anticomunismo, oposición al imperio americano, apoyo a la superación del conflicto palestino, etc.), contacto continuado con la opinión pública a través de viajes (más de un centenar de países), encíclicas y otros escritos, búsqueda continua de los jóvenes y un proceso masivo de santificaciones y beatificaciones fueron sus instrumentos.
Ha sido el primer papa de la globalización, un políglota que manejó bien las estrategias mediáticas y promovió un activismo social casi perdido en una iglesia adromecida en las procesiones y el culto.
La lucha contra el comunismo fue su primera gran batalla. Inspiraría la doctrina del Imperio del Mal soviético, luego explotada por el presidente norteamericano Ronald Reagan y los neoconservadores. A la extinta Unión Soviética y a la necesidad de la caída del Telón de Acero le dedicó su cuarta enciclíca, Slavorum Apostoli.
Esa lucha por la libertad le otorgaría la autoridad política y moral necesaria para emprender su gran cruzada por la recuperación de la primacía moral de la iglesia católica.
Juan Pablo II acabó con el espíritu y la letra del liberal Concilio Vaticano II. Comenzó la estrategia de reunir arredor de sí a los sectores más conservadores del catolicismo. Una unión lograda con la asfixia de los movimientos más progresistas como la teología de la liberación.
El fenecido papa hizo una constante apelación al orgullo de ser cristiano y de exhibir la fe. Exigió fortaleza a los creyentes y para lograrlo volvió al núcleo más duro de la doctrina, sin concesiones. La estrategia ha dado resultado. Las banderas blancoamarillas han ondeado con fuerza en las manos de los jóvenes durante estos casi 27 años de papado.
En sus voces, un grito: Totus tuus. El lema del papado convertido en jingle de rondalla.
En la encíclica Centesimus Annus marcaría distancias con Estados Unidos, la potencia aliada en la lucha contra el comunismo pero a la que el papa restaba ahora relevancia como guía de la humanidad.
Juan Pablo II no estaba dispuesto a compartir el liderazgo espiritual.
Karol Wojtyla se volcó con fuerza en la lucha moral de la iglesia. En su legado pesará la ultraconservadora condena del uso del preservativo. África moría de sida y muchos religiosos se desesperaban y agonizaban en las misiones, viendo día a día con la muerte. Pero no hubo piedad. La condena del Vaticano no se levantó.
Más fe, menos misericordia.
La lucha contra el aborto, la libertad y los derechos sexuales son otros hitos de su legado. La condena de la homosexualidad, la resistencia a abrir la iglesia y el sacerdocio a las mujeres. Los anatemas contra todo tipo de contracepción, contra la investigación genética. A Juan Pablo II no le ha temblado el pulso.
Juan Pablo II ha sido también un monarca absoluto. Cambió la composición de la curia, nombró una jerarquía más afín a sus ideas, promovió a los suyos y restringió el poder bajo su cetro y su tiara.
El papa Juan Pablo II ha muerto en su cama, en San Pedro, junto a la piedra sobre la que Pablo edificó la iglesia de Cristo. Él pudo escoger no volver al hospital, morir tranquilo y reposado en su cama, despidiéndose de la curia y sus allegados. Es el último contraste de un pontificado que luchó también contra el derecho a morir dignamente, a la buena muerte que tantos enfermos terminales o sin esperanza han suplicado sólo para oír la negra negativa de la iglesia.
En España se han decretado tres días de luto oficial [Actualización: el domingo se confirma que sólo el lunes en todo el estado, varias comunidades autónomas lo amplían a los tres días anunciados la noche del sábado], a pesar de que la Constitución define el Estado como aconfesional. Los políticos españoles, presidente del Gobierno incluido, han suspendido la campaña vasca y el resto de la actividad política.
La supuesta ofensiva anticatólica del gobierno y la izquierda parece haberse desvanecido con el óbito papal.
En los grandes medios, independientemente de su posición ideológica, la corrección política y el respeto atávico a los muertos puede con cualquier reflexión crítica [Segunda actualización: sólo El País incluyó en su especial del domingo visiones críticas. Telecinco también difundió un documental con una visión menos amable del pontificado. El Periódico aporta algunos elementos de reflexión].
El papa ha muerto. Descanse en paz.
La Santa Sede - El Santo Padre
Catholic Insider | iPodcasting de un sacerdote católico
Totus tuus
P21 | La pasión de Juan Pablo II