Joseph Blatter sorprendió a todos hace quince días al criticar "la maligna influencia" de la globalización en el fútbol en un artículo en Financial Times. "El fútbol debe permanecer como un entretenimiento para todos", sentenció. Y pocos días después la FIFA impone duras restricciones a la información para el Mundial de Alemania. Limitaciones que imitan las puestas en práctica por la Premier League en Gran Bretaña y que llevaron a un duro enfrentamiento entre periódicos y la liga de fútbol.
El presidente de la FIFA aseguraba que no permitirá que "la codicia se apodere del mundo del fútbol" y denunciaba los interereses de los grandes clubes para seguir protegiendo los suyos y los de su organización, uno de los lobbies más poderosos. Que el eterno dirigente de la organización más famosa por sus fastos, chorros de dinero nunca claros, trapicheos con gobiernos y clubes, y etc. sea ahora el abanderado de la cruzada anticodicia de los grandes clubes y de los nuevos magnates y lobbies del fútbol suena a nuevo sarcasmo.
¿Entretenimiento para todos? Sí, mientras se pague, pero la FIFA vuelve a confundir el negocio del fútbol y el pago por visión con el derecho a la información de los ciudadanos.
Su nuevo monstruo, como el de la Premier League, es internet, porque las crónicas minuto a minuto con la difusión de fotos o pequeños segmentos de vídeo amenazan, aunque sea muy de lejos, el gran negocio del fútbol.
Y así nuevos actores, webs independientes, revistas, diarios, blogs, etc. pueden entrar en un mercado que la FIFA tiene bien atado con las televisiones.
Todas las restricciones se acaban cuando los medios pasan por caja.
La codicia de la FIFA, como la de casi todas las organizaciones deportivas internacionales es infinita. En las Olimpíadas de Atenas, el Comité Olímpico Internacional prohibió a los olímpicos que difundieran las imágenes que tomaran de los Juegos en medios que no hubieran pagado por los derechos.
La Voz de Galicia ganó hace unos meses al Deportivo de La Coruña en los tribunales su derecho a "obtener y recibir información y el derecho de acceder gratuitamente al estadio municipal de Riazor".
El fallo recuerda que en nombre de la libertad de empresa no se puede invocar un derecho de propiedad sobre los acontecimientos deportivos, que "a diferencia de los acontecimientos artísticos no están amparados por la propiedad intelectual".
Pocas codicias como la de la FIFA. Su respeto por la información y los aficionados es mínimo y sólo está preocupada de que otros no se lleven parte de su negocio.
Va siendo hora de acabar con este mercantilismo abusivo.
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