Supongo que a más de uno le habrá pasado lo que a mí. Me he quedado de piedra cuando me he enterado de que Harold Pinter había ganado el Nobel de Literatura. Luego pensé en las películas cuando caí en quién era, y después en la política (1 y 2).
Del teatro, poco, y del resto de su literatura, menos. Pero lo que está claro es que es un artista completo, de la estirpe de Arthur Miller o David Mamet, con los que comparte forma de entender el teatro.
Manolo Bragado, de Xerais, se felicita porque Pinter está más editado en gallego y en catalán que en castellano.
Lo que nadie puede dudar es que el izquierdismo de Pinter y su fuerte oposición a la guerra de Irak han tenido que ver en el premio. La Academia Sueca siempre ha sido sensible a las voces políticas. Pero Pinter es también un artista renacentista y mediático, importante por su obra y por las adaptaciones de la obra de otros, un factor que da un nuevo cariz al Nobel.
Yo hubiera preferido a Philip Roth, pero algunas características del premiado son muy de esta época mediática de la economía de la atención.