El periodismo sin historias es romo, aburrido y acaba casi siempre en la reiteración de las palabras vacías de los más huecas y manipuladoras fuentes. Detrás de cada noticia que interesa hay una o mil historias, la única fuerza que hace de la humanidad lo que es. Sin historias el género humano es un gran mono que aprendió a prolongar su mano con un hueso o una rama. Las historias (narraciones) son la materia de la religión, la identidad, la tribu y la vida misma, aunque quizá esto sea un exceso de antropología estructuralista.
Si las famosas uve dobles (qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué) no son capaces de contar, entonces sólo valen para estar avisados.
Y ése es un objetivo muy pobre para el periodismo.
La revista Lateral organiza unas Jornadas de literatura sin ficción. Es un buen paso, ahora hace falta que alguien organice unas sobre periodismo narrativo (maltratado en España) o, en palabras sabias de Ezra Pound, sobre "noticias que siguen siendo noticias" cuando pasa su emergencia.
Sí, lo decía de la literatura, pero porque era un gran defensor de la autenticidad en el verso.
Creo, con fe y pruebas, en las tres grandes tradiciones del periodismo: la factual, la del relato y la del diálogo. Desconfío del adjetivo literario cuando se acerca al periodismo porque la literatura en el periodismo sólo puede ser estilo. La ficción es para los reporteros pura impostura y manipulación.
Agradezco que los organizadores hablen de periodismo narrativo, etiqueta más acertada. Por eso desconfío un poco de algún ponente y me extraña que se hable de la crónica, género que tiene que ver con el punto de vista y las ideas, no con la materia de la información ni con su tiempo, a pesar de algunos equívocos.
"El realismo --el periodismo narrativo es forzosamente realista-- nunca se ha sentido confortable con las ideas. Como no puede ser de otra manera: el realismo parte de la idea de que las ideas no tienen existencia autónoma, pueden existir sólo en las cosas (...) y en los personajes". Pocas citas para explicar el periodismo de historias como ésta de Elizabeth Costello, perdón, de J. M. Coetzee.
Aclara como pocas la misión del periodismo, sea o no narrativo, y despeja debates sobre la posición del reportero o el estilo. Lo importante no es el estilo ni la subjetividad, sino qué le pasa a la gente. Quien haya leído Hiroshima, de John Hersey, no necesitará más explicaciones. De hecho estas jornadas pueden resumirse en una entrega de ejemplares de este breve e intensísimo librito a los participantes.
Daniel Defoe, Stephen Crane, Jack London, Dickens, Pío Baroja (con perdón), Lillian Ross, Norman Mailer, Hunter S.Thompson, William Faulkner, Luis Martín Santos, Galdós, Vázquez Montalbán, Manu Leguineche, Michael Herr, George Orwell, A.J. Liebling, Jimmy Breslin, Jean Genet, Flaubert, Juan Rulfo, Valle-Inclán... y tantos de los que aprender.
Unos escribieron periodismo, otros enseñan más periodismo en sus ficciones que varias generaciones de reporteros.
Mark Kramer dice que el arte de los hechos debe tener escenas, personajes, acción, la voz de un narrador y proponer algo al lector desde una cierta relación distinta a la urgencia.
Me llega con una voz que cuente lo que le pasa a la gente con las cosas o, simplemente, que haga bailar a los hechos (Ben Yagoda).