Sunday, October 09, 2005

Vergüenza

Si yo soy español, lo soy
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.


Recuerdo el dolor de Luis Cernuda al ver a esa famélica legión estamparse de sangre contra una valla de la vergüenza. Veo la ineficacia de un gobierno que también piensa, como el anterior, que los sueños y el hambre se detienen con alambradas. Y a una oposición engreída de sí misma a la busca del voto a cualquier precio. Engatusados por el rey moro pagamos ahora en carne africana primero su desidia malintencionada y después su crueldad, hija del desierto.
María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta, cuenta en El País su viaje a esa verja impotente y dice que "hay que garantizar la seguridad de nuestras fronteras, sí, pero hay que garantizar un trato humanitario y digno a los seres humanos". Pero el alambre de espino no garantiza nada, ni siquiera esa nueva sirga menos sangrienta.
La valla desbordada, luego el ridículo de la Legión con sus porras inútiles. ¿Dónde está Europa? ¿Dónde el entendimiento con países como Francia, Bélgica o Gran Bretaña, viejos colonizadores de esa África negra que se desangra en estas ciudades reliquia al otro lado del Estrecho?
¿Qué hacen nuestros diplomáticos, nuestros comisarios europeos, nuestros europarlamentarios? ¿Dónde está la estrategia política y humanitaria para ordenar el éxodo? Europa se abre al Este y se cierra a Poniente y al Sur con ese sustrato racista que aún anida contra el árabe y el negro.
Primero el ridículo de intentar parar la avalancha de la supervivencia con una verja. Y luego la crueldad mora, codiciosa de los fondos europeos. Esa crueldad que sólo tienen los pueblos necesitados, que también sueñan con ese salto al paraíso y vengan en piel ajena su propia frustración.
¿Dónde están las garantías de las expulsiones exprés? ¿Dónde la vigilancia para que la vergüenza no nos inunde?
¡Qué pronto olvida España sus largos años de emigración y exilio! ¡Qué rápido se pierde en el gusto de los nuevos ricos el sabor agrio del hambre!
La desesperación a un lado de una valla ensangrentada. Y a este lado, pocos, muy pocos, en las protestas de esta mañana contra la vergüenza, en las vigilias de esta noche.
Molicie de nuevos ricos. Despreocupación odiosa de estómagos agradecidos y temerosos de su bienestar. Vergüenza de estar a este lado.