La televisión siempre ha sido una gran amiga del estado del bienestar. La idea de servicio público y las regulaciones europeas y nacionales consiguientes son su sino. Igual que la creación de grandes empresas audiovisuales privadas que están entre las más rentables de todos los sectores (contrariamente a sus parientes públicos).
Y ya se sabe lo que hacen siempre las grandes empresas permanentemente quejosas de la intervención política en su actividad cuando llegan las dificultades: acudir al abrazo proteccionista del estado del bienestar.
Es lo que han hecho los patronos de la televisión españoles en el despegue (absurda imagen) de la televisión digital terrestre. Las televisiones andan preocupadas por el fin de su modelo de negocio con los móviles, la televisión por internet, los aparatos para esquivar o seleccionar la publicidad, las fórmulas de distribución alternativas, la televisión participativa y un nuevo escenario repleto de canales gratuitos y de pago.
El resultado: pedirle al Estado que espabile para llegar en forma al apagón digital de 2010.
Si el negocio se pone complicado para la empresa privada, que venga el Estado y lo solucione.
Los teledueños españoles advierten que los ciudadanos pueden "caer en la trampa de los descodificadores baratos", ineficientes para los servicios interactivos que casi nadie utiliza, y por la obsesión por la cantidad de canales por encima de la calidad.
Ya se sabe, con tanta administración distinta otorgando licencias en un espacio ahora enorme, la tarta se puede trocear demasiado y cambiar de la mesa selecta de los grandes beneficios al bufé abierto para todos puede provocar indigestiones de negocio.
Fíjese, señor ministro Montilla, en lo buenos que han sido los senadores norteamericanos y su plan para sufragar la transición televisiva digital en un país donde todavía los pobres tienen problemas de asistencia sanitaria. Pero la tele es la tele.
En la Unión Europea anda ya también la comisaria Viviane Reading proponiendo una relajación de las limitaciones a la publicidad y al product placement para que las televisiones mantengan su negocio en un entorno hostil.
¡Qué bueno es el estado de bienestar cuando se le necesita!
P21 | El estado del bienestar es la tele
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