Si vivir la vida con intensidad es tener más canales para elegir y mejor imagen y sonido, como promete la televisión digital, el nuevo estado del bienestar construido a hurtadillas por el conservadurismo compasivo norteamericano no podía dejar de prestar este bien a sus ciudadanos, tan preocupado como está por su vida golpeada por el déficit fiscal,las deslocalizaciones, el miedo a los atentados terroristas y el goteo de muertos en Irak.
El Senado norteamericano ha decidido subvencionar la transición a la la televisión digital terrestre con 30.000 millones de dólares porque los 990 millones destinados por la Cámara de Representantes le parecían poco.
El Senado pagará entre 50 y 60 dólares en cheques (máximo dos por hogar y siempre que el ciudadano pague como mínimo 10 dólares) para convertir los receptores analógicos en digitales y conseguir llegar al apagón analógico de 2009 con el país de la televisión digitalizado.
Subvenciones televisivas en el país del mercado libre bajo administración republicana. ¡Para que luego hablen del estado benefactor europeo! En España algunos también apuntan a la subvención como motorcillo de la mudanza digital terrestre.
El problema es que a los americanos no les interesa la televisión digital terrestre porque el 85% de todos los hogares ya tienen televisión digital por cable o satélite y pueden disfrutar de muchos más servicios y canales, aunque eso sí, pagando.
La televisión digital terrestre tardará en ser negocio. Aquí, en Estados Unidos y en el resto del mundo. En Gran Bretaña las teles y los nuevos medios andan a la greña porque el nuevo escenario de televisión por internet, móviles, iPods y otros dispositivos acabará con su tradicional modelo de negocio.
Un negocio que los senadores norteamericanos siguen con preocupación. No en vano los Big Media son grandes contribuyentes a las campañas políticas e indispensables para el triunfo político.
Pero la tecnología está cambiando la televisión, y no sólo la forma de recibirla, sino el modelo completo. Televisión a demanda, en móviles, con discriminación de contenidos, por ahí caminan los vientos de la revolución de las viejas 625 líneas. El apagón analógico no es más que un saltito.
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