Félix Rodríguez de la Fuente volvió ayer con el aullido del lobo a despertar las noches de la España de troncos, rocas y cielo. Volvió el jefe de la manada de lobos, el hombre halcón que hizo que los españoles vieran el bosque y los animales como algo más que carne y madera. Resucitó anoche en TVE con su imagen y su voz potente, profunda, rica y terriblemente apasionada.
Félix encantaba con las imágenes de la vida salvaje, pero sus ojos de lince y su voz de lobo jefe convertían la radio y la tele en las entrañas de la selva. Poquísimas personas han desplegado el magnetismo y la capacidad de comunicación de aquel hombre muerto ahora hace 25 años.
Decía que la historia miraba tras los ojos del lince y los suyos descubrieron a tantos la historia y la vida inmensa de los bichos, de pluma, de pelo, de cualquier peldaño de la escala biológica.
Félix miraba, hablaba con aquella riqueza pasional inagotable y nadie se atrevía a dejar de observar a la fiera con esa mezcla de pasión por la belleza y terror ancestral con la que el hombre sigue vigilando a los otros pobladores de la Tierra.
Dejó tan alto el listón del documental, de las grandes producciones de calidad, que ni RTVE ni el resto de los medios han recuperado sus cotas. Un desafío para la radiotelevisión de calidad.
Los niños españoles de entonces no tuvimos National Geographic, pero el lobo de los cuentos de nuestras abuelas labriegas llamaba desde el bosque de Félix, donde camina con Jack London tras la llamada de la selva.
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