A Arcadi Espada no le ha llegado el periódico. Llegas al kiosco y tu diario no está. ¿Te atreverás a empezar por otro? El mundo tiene el orden impreso de tu diario preferido. "¿Dónde está el mundo?, pregunta Arcadi, pero la pregunta es ¿dónde está mi mundo? Te cambian la maqueta, el orden de las secciones se altera y andas perdido.
No es lo mismo comenzar el día avistando la actualidad desde una tipografía sosegada que toparse con la provocación editorial de ese desastre continuo anunciado por los diarios de muchas oraciones subordinadas, como su pensamiento.
Allí el lector se empapela, confunde y acaba tan sumido en relativos que ya no sabe si a la realidad le falta interlineado o alguien le embutió, artero, en un bosque de comas y cautelas para al final no recordar ni el titular ni la tesis.
"La lectura de los diarios (entiéndase medios) tiene por objeto hacerse una imagen científica de lo que ha ocurrido en el mundo". Demasiada obligación, Arcadi. No sé si todos los lectores podemos con semejante misión diaria. Y tampoco creo que los periodistas seamos capaces de tanto. Más, temo a los reporteros de la verdad científica, acaban publicando ideología de matute y con más sesgo que los modestos.
Es un peso demasiado grande, llega con acariciar alguna verdad práctica, útil para la vida sin apelación a grandes principios. Para eso están los editoriales pesados y los columnistas con voz de musa aguardentosa. Y acaban siempre sermoneando.
"El periodista es alguien que debe decir la verdad y difundir la información necesaria para el autogobierno del pueblo". La definición de Jack Fuller, ex director del Chicago Tribune y ex presidente de Tribune, busca una verdad práctica, adecuada para la vida cívica y personal, irremediablemente apegada a la voluntad de ser libre y sin la aspiración de permanencia y totalidad de la verdad científica.
Pero Fuller tiene todavía una definición mejor: la verdad del periodismo es "la mejor que puede ser dicha rápidamente". Pegada a los acontecimientos, concisa para su entendimiento rápido, reconocible para el público, trascendente sólo en tanto no alcancemos más verdad.
Arcadi dice: "no con todos los diarios cuesta lo mismo construir la hipótesis". Y es que como decía Kant, toda verdad debe tener un contexto. El del periodismo es la línea editorial. Buena si su fin es la libertad de los ciudadanos y la ampliación de su capacidad de juicio y acción. Perniciosa si juega a favor de grupos privilegiados, poderes o sólo unos pocos.
Cada diario ordena un contexto y unos valores, y por eso "la mayoría de los lectores problablemente escogen los diarios por su sesgo", decía Fuller, kantiano y realista. "La gente selecciona sus diarios en el completo conocimiento de lo que encontrará en ellos". El mínimo apriorismo diario obligado por la voluntad de ser uno mismo y seguir siéndolo.
Por eso "no con todos los diarios cuesta lo mismo construir la hipótesis" del día, se queja Arcadi. La razón está en la maqueta de la actualidad, con lo que incluye y lo que deja fuera, y en las subordinadas.
El lector no es imparcial y su crítica es frecuentemente apriorística, como la de los periodistas.