Un par de sombras en unas imágenes de televisión sirvieron el viernes pasado para crear la alarma sobre el accidente del helicóptero que transportaba a Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre.
Telecinco difundió unas imágenes que algunos medios reprodujeron ese día y al siguiente, pero afortunadamente la cordura se impuso en un asunto de tal trascendencia y las sombras pasaron rápido y sin más importancia.
Un efecto óptico se convirtió en noticia. La elucubración sobre si los objetos impactaron o no en helicóptero originó una información que no existía como no existían los sospechosos impactos.
En la pieza que provocó la alarma no hay ningún contraste de la información con otras fuentes ni consulta a ningún experto. La sincronización de imágenes con las de otras emisoras bastó para despejar los recelos. Por fin se explica que pudo tratarse de "pequeños objetos que se mueven a gran velocidad como consecuencia del remolino de aire provocado por la hélice del aparato".
Lo que podía ser una noticia no lo era porque los objetos y los impactos no existieron. Pero el proceso de confirmación se convirtió en pieza informativa. Unas imágenes sospechosas y un esfuerzo que no se quiso desaprovechar: se presentó como información una investigación fallida.
La demanda de imágenes impactantes de las televisiones acaba por producir estas cosas. Hasta los fantasmas del vídeo se convierten en noticia cuando no hay más que contar y todo el discurso comienza y acaba en las propias imágenes.
