Los planes de la BBC para difundir sus programas por internet han causado un gran revuelo en la Red, con abundantes aplausos, pero también han alarmado a sus competidores comerciales.
MyBBCplayer será lanzado el próximo año y permitirá acceder a un archivo de siete días de programas.
En 2004 se anunció la apertura de los archivos digitales de la corporación. La licencia Creative Archive comenzó a funcionar este año y permite la difusión de algunos contenidos para propósitos no comerciales y sólo para ciudadanos británicos, con la esperanza de dar un retorno justo al contribuyente.
La BBC proclamó hace más de un año que construiría un futuro digital: Digital Britain, le llamaron los autores de Construir un valor público, el programa que dibuja el futuro de la BBC y justifica que mantenga la licencia real (BBC Charter) y la tasa que le permite vivir del impuesto sobre los televisores.
Con ese dinero, la BBC se lanza a la conquista de la Red porque como dice su director general, Mark Thompson, a menos que la corporación británica se adapte a los nuevos medios y hábitos de la audiencia "no mereceremos la licencia más allá de 2016".
La BBC ya es el mayor medio digital británico con más de 25 millones de usuarios mensuales.
El plan para poner en internet canales y programas de la BBC está dirigido a los llamados espectadores sofisticados (superusuarios o prosumers, también llamados consumidores activos o superempowered consumers).
La BBC apunta a un nuevo mercado de clientes de elite (dominadores de la tecnología y de estrato socioeconómico alto) a los que ofrecer programas de calidad. La vieja acusación de elitismo convertida en sello de servicio público a través del medio donde coinciden la mayoría de los consumidores y públicos más exigentes.
Visto desde el punto de vista de esos consumidores y superusuarios, la nueva orientación estratégica de la corporación de radiotelevisión británica es perfecta.
No tiene problemas de financiación mientras mantenga el impuesto sobre los televisores.
No vive de la publicidad ni está obligada a cobrar por sus contenidos. El dinero de los telespectadores británicos financia la innovación. Con un poco más de dos euros por cada televisión en color se paga el desarrollo de la Gran Bretaña digital.
Pero, en ese nuevo futuro digital ¿no debería extenderse entonces la tasa a otros medios?, ¿sobre los proveedores de acceso a la Red, sobre la banda ancha, sobre los propios ordenadores y aparatos multimedia?
El sueño filantrópico de la BBC se apoya en un sistema fiscal que puede acabar cobrando por un servicio a los menos interesados. Porque la BBC está perdiendo popularidad al mismo ritmo que acrecienta su etiqueta de calidad.
Y por eso se quejan los medios comerciales. Y se quejan también de que la BBC comience a comercializar sus series, programas o grabaciones musicales a través de internet.
Los competidores comerciales acusan a la radiotelevisión pública de ahogar su futuro negocio gracias a su margen de maniobra profesional, tecnológico y financiero.
Sin la presión del mercado, la apuesta por la innovación es más fácil.
Es un argumento poderoso. La BBC debería estimular pero no ahogar el desarrollo de los medios privados. Pero al menos la corporación británica sacude el mercado y anima la competencia por la calidad y la innovación.
No se puede decir lo mismo de la radiotelevisión pública española.
La innovación definida por el informe de los sabios y ya aprobada por el gobierno se queda en apropiarse de dos multiplex de televisión digital terrestre (ocho canales con capacidad de desconexiones autonómicas) y mejorar sus nefastas webs, propias de un país tecnológicamente tercermundista.
La BBC desafía el peligro de ahogar por innovación y calidad a los medios británicos mientras la ineficiencia, la burocratización, la politización y una deuda gigantesca siguen siendo los grandes problemas de la radiotelevisión pública española.
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