17 militares españoles han muerto al caer un helicóptero en Afganistán. Es la segunda tragedia aérea tras el accidente del Yak-42 en Turquía en mayo de 2003, que acabó con la vida de otros 62 militares.
Las misiones de paz tienen sus riesgos. La Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) afirma que creen que se trata de un fallo mecánico frente a los rumores de un posible ataque con misiles. La coincidencia de que el otro helicóptero de la misión también ha tenido problemas despierta sospechas.
El presidente Zapatero ha vuelto de inmediato a Madrid y el ministro de Defensa, José Bono, coordina la situación con el Estado Mayor.
Zapatero retiró las tropas españolas de Irak para no correr más riesgos en una guerra a la que se opuso siempre. En Afganistán la misión de pacificación y reconstrucción está al cargo de la ONU tras la invasión para acabar con el régimen talibán. La participación española no se ha cuestionado desde el ejecutivo.
Hace pocos días salieron de Galicia la tercera y última rotación de la Brigada Ligera Aerotransportable (Brilat) para alcanzar un total de 850 efectivos en el contingente.
Esta nueva tragedia debería servir para unir más a los españoles con su ejército, y para fijar un nuevo y leal consenso de la política de defensa y participación en misiones militares en el exterior tras los enfrentamientos y la fractura social de la invasión de Irak,
Por supuesto además se deben analizar y corregir los posibles fallos de la misión.
Pero el temor es que no será así y que el Partido Popular se deje llevar por la tentación de aprovechar el suceso para construir su propio Yak-42 contra el gobierno socialista.
El portavoz parlamentario popular, Eduardo Zaplana, ha manifestado que su partido nunca acusará al gobierno de la tragedia. Izquierda Unida ya ha pedido de nuevo la retirada de las tropas.
¿Volverá a quedar el PP en solitario en busca de otra causa para el enfrentamiento? Esperemos que no y que la razón política, en este y otros temas, vaya por delante de la lucha navajera.