El ferragosto hizo mella en la determinación de Manuel Marín para mantener la prohibición de fumar en el Congreso.
Las explicaciones del ministro José Bono sobre la tragedia del helicóptero español en Afganistán fueron seguidas pitillo tras pitillo por los periodistas, refugiados y ocultos en sus cabinas.
Pero no eran los únicos. También se vió a diputados emplearse más con la cajetilla (la propia y la ajena), que con los nuevos escaños digitales instalados en el hemiciclo.
Marín adelantó la prohibición de fumar en las dependencias del Congreso (excepto unas pocas áreas reservadas) más de un año, contagiado de su ímpetu de ex fumador y del ejemplo de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, que dejó el tabaco al mismo tiempo que se proclamaban las medidas para mejorar la salud pública.
Pero la crispada jornada de comparecencia del ministro seguida de comisión permanente relajó la vigilancia de Marín y los suyos.
¿Sequirá vigente la prohibición o el humo intoxica de nuevo a los leones de San Jerónimo?