Saturday, March 26, 2005

Espías descubiertos, políticos bocazas y prensa a la caza

¿Qué está pasando? Alejandra Huarte, periodista de 25 años, hija del presunto espía asturiano y miembro del PSOE Fernando Huarte, sugiere maniobras de políticos parlanchines y pendencieros, prensa a la caza de tesis torticeras y maniobras partidistas para retorcer la realidad.
Alejandra casi no ha empezado a ser periodista y ya está desilusionada. También lo está de los políticos que defienden tesis inverosímiles. Y debería estarlo además de quienes prefieren una frase presuntamente ingeniosa y alimentan la cizaña partidista para no perder rédito político.
No sabemos si Fernando Huarte es miembro del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). A estas alturas ningún responsable autorizado (Ministerio de Defensa, Presidencia del Gobierno) lo ha confirmado ni desmentido. La ley (sigue en vigor la de Secretos Oficiales de Franco de 1968 con algunas modificaciones) prohíbe revelarlo.
Pero la ley no impide aclarar que un ciudadano no es espía. El silencio abona la condición, a no ser que no se sepa cómo y qué decir o se busquen ventajas políticas de la confusión.
Corren rumores de que fue el propio ministro de Defensa, José Bono, quien filtró a El Mundo la condición de agente del socialista asturiano viejo luchador en pro de la causa palestina.
El PP se abona encantado a la tesis, olvida que cuando estaba en el gobierno fue cuando el supuesto agente secreto visitó dos veces en la cárcel al preso islamista Abdelkrim Benesmail. Y entonces, antes del 11M, nunca nadie en el ejecutivo popular supo nada ni sospechó ni fue informado.
Pero el PP se defiende diciendo que Huarte informaba a su partido y así abona la manoseada tesis de que el PSOE estaba al caso del 11M por fuentes de inteligencia. Y por ahí se cuela de nuevo la pretendida conexión Vera y etc. hasta llegar a Felipe González y la conspiración fantasma.
José Blanco, secretario de Organización del PSOE, fue el autor de unas oscuras palabras oraculares que dispararon los rumores para unos y para otros los confirmaron. José Blanco aseguró tener claro "cuál era el objeto de estas visitas" y añadió que "los miembros del anterior gobierno también" conocen los motivos.


Fernando Huarte | El Comercio

Fernando Huarte negó desde el primer día pertenecer a los servicios de inteligencia, llamó a la cordura ante el peligro para él y su familia, y defendió que se hicieran públicas las cintas de sus conversaciones en la cárcel (dos anteriores al 11M, una posterior) con el preso islamista concenado en 2001 por pertenencia al Grupo Islámico Armado (GIA).
Blanco vuelve a salir a la palestra para anunciar que el PSOE pedirá al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que sean escuchadas en sede parlamentaria las cintas de las conversaciones en la cárcel entre Benesmail y Huarte. Pero previsiblemente sólo existe una, la de después del 11M, ya que las copias de conversaciones de presos se destruyen a los seis meses si no contienen nada relevante o constitutivo de delito.
Se supone que el juez de vigilancia penitenciaria y los responsables de prisiones no detectaron nada en esas conversaciones. Si lo hicieron, entonces estarán todavía grabadas. Ese detalle comenzará a arrojar algo de luz.
Pero Blanco sorprende de nuevo. Las conversaciones se oirán en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso, la que entiende de los temas relacionados con el Centro Nacional de Inteligencia y las materias clasificadas.
El PSOE niega la pretensión del PP de que las conversaciones se oigan en la Comisión del 11M, que aquellos quieren cerrar a toda costa y los otros mantener abierta como sea.
Los socialistas admiten de nuevo implícitamente la condición de espía de su militante Fernando Huarte. Lo sea o no, oscuridad y secreto nunca han arrojado luz, y luz es lo que hace falta.

La historia recuerda la de Valerie Plame, la espía norteamericana descubierta por un columnista, Robert Novak, y luego mencionada por varios diarios. Los jueces norteamericanos han exigido a varios reporteros que revelen sus fuentes para saber quién cometió el delito de descubrir a la espía, a lo que los reporteros, como no puede ser menos, se niegan.
Plames es esposa de un embajador norteamericano e implicada en el caso del uranio enriquecido de Sadam Hussein. El elemento de armas nucleares que nunca existió pero que fue una de las presuntas pruebas esgrimidas por Estados Unidos para invadir Irak.
El caso de Valerie Plame es un ejemplo de utilización política de los servicios secretos, venganza contra los espías por no responder a los deseos del gobierno de turno y desprecio sobre la realidad para justificar tesis políticas a toda costa.

¿Es el caso de Fernando Huarte igual al de la espía descubierta?
Ni su partido, ni el gobierno, ni la oposición ayudan por ahora a esclarecer la verdad.
El PP ha tenido relaciones tormentosas con los servicios de inteligencia. Por eso acabó con el viejo Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) y fundó el actual CNI en 2002.
Algunos periodistas tuvieron acceso a datos de la investigación y a opiniones y filtraciones de los servicios de inteligencia las horas y días posteriores a los atentados del 11M. Algunos políticos, también.
La llamada de José María Aznar a los directores de medios de comunicación puso en sordina muchas filtraciones de aquel día trágico. Otros medios las fueron publicando conforme las conocían.
Las divergencias entre la comunicación del gobierno a los ciudadanos y las filtraciones de la investigación cimentaron la tesis de que el ejecutivo de Aznar ocultaba datos. La sospecha explotó en el grito de "¿Quién ha sido?" coreado por los españoles aquellos días de dolor.
El PP sigue enfadado con los servicios de inteligencia y hasta el último director del CNI, Jorge Dezcállar, ha salido escaldado y enfrentado a sus antiguos jefes tras su comparecencia en la Comisión del 11M.
Una nueva coincidencia entre la Casa Blanca de George W. Bush y La Moncloa de Aznar: su enfrentamiento con los espías por diferencias sobre la realidad, los hechos y su significado.

Si las conversaciones de Huarte y Benesmail son inocentes (humanitarias, como se ha dicho), entonces deberían oirse en otro lugar distinto a la Comisión de Secretos Oficiales. Por ejemplo, la del 11M, lo que satisfaría al PP y despejaría dudas.
No cabe cerrar la Comisión del 11M si aparecen nuevos datos. Sus señorías han incumplido todas las esperanzas puestas en ellos con su desunión, uso partidista y falta de claridad investigativa. Un poco más de demora no dañará a nadie.
El PP debe cenirse a lo que se oiga y confirme, sin alimentar delirantes teorías que sólo dañan a la democracia y a la confianza que los ciudadanos tienen en sus instituciones.
Es hora de que el PP acepte la derrota electoral y haga política real, y no de ficción resentida.
Si Huarte es espía, los jueces deben investigar la filtración a la prensa.
Si no lo es, El Mundo debe rectificar y Huarte debería emprender las acciones legales pertinentes para limpiar su nombre.
Faltan muchos datos y hay muchas incógnitas que nadie ha revelado. Por la democracia, la verdad y el respeto a las víctimas (todas, no sólo los muertos y heridos), se debe aclarar este nuevo entuerto.