CiU estrenará Confidencialcat, un documental de 55 minutos, en los cines de Barcelona con tres malos (Pasqual Maragall, Josep Lluís Carod-Rovira y Joan Saura) y un malísimo a media luz, como los peores malos del cine negro: José Montilla, catalán por decisión propia.
La trama es la lucha por el poder y una "conspiración" (¡qué raro!) para desplazar a los legítimos ganadores de las elecciones. El tripartito como violación de la democracia mayoritaria del más votado. Sin derecho a coaliciones.
CiU se abona con brío a las campañas negativas de la política con el audiovisual como gran plataforma.
Confidencialcat se verá en los cines, se entregará este domingo como encarte con varios periódicos y enseguida estará en internet (Actualización: ya está).
A algunos les ha recordado el vídeo de la conspiración del 11-M ideado por Aznar y Miguel Ángel Rodríguez con la participación en el guión de Alfredo Urdaci.
Con estética y aires de cine negro no tiene el humor de Dave, el Camaleón, el anuncio de los laboristas contra el líder conservador británico. Aunque sí se explota la faz humana del candidato Mas.
El humor es el arma defendida por muchos consultores políticos, pero al final muchos prefieren ser sucios, cuanto más, mejor. Y golpear primero para condicionar el mensaje y el tono de la campaña.
Tres elementos son fundamentales: mensaje negativo, soporte audiovisual y la política paranoica (tan en boga de nuevo tras más de 40 años de su teorización por Richard Hofstadter).
Las claves de la paranoia: exageración (siempre se necesita algo de verdad), sospecha (prejuicio y estereotipo, como ya alertaba Walter Lippmann) y fantasía conspirativa, imprescindible.
Todo se anuncia en Confidencialcat como estaba en el vídeo de Aznar. El mensaje es que el legítimo ganador de las elecciones o depositario del poder es desalojado por una conspiración que utiliza las peores mañas para falsear la democracia.
Y muchos se lo creen. Pese a las críticas de los politólogos y los peligros de rebote contra los inspiradores de estas campañas, los expertos electorales las aman, del Daisy Girl de Lyndon Johnson a Karl Rove (el arquitecto de Bush) y la movilización de música, cine e internet contra el presidente republicano.
En España casi todo el mundo se acuerda del doberman del PSOE. Después vendrían los cortos de ¡Hay motivo! contra el PP y el Hai que botalos contra Fraga.
Pero es interesante distinguir entre las campañas ciudadanas y las organizadas directamente por los partidos.
Las primeras son una forma más de expresión política legítima siempre que no vulneren las más elementales normas legales.
Las segundas son propaganda partidista y publicidad electoral, con vía libre para la mala baba por la inexistencia de una regulación como la publicitaria, que declara ilícita la publicidad engañosa o desleal.
La propaganda política está abierta a la mala fe y la manipulación. Juzgan los ciudadanos.
Os dejo el primer capítulo y el resto ya está en la web de CiU y en el canal convergente en YouTube.
P21 | La política está en el vídeo