José Antonio Zarzalejos hace un llamamiento por una derecha inexistente en ABC para superar la crispación estéril. El peligro para la derecha es su alejamiento inevitable de la posibilidad de gobernar por su inmanencia en la revancha y el negativismo. Secuestrada por una conspiración que no existió y por quienes viven de ese mito no avanza hacia "propuestas que conecten con grandes mayorías", la esencia del centrismo.
El director de ABC vuelve al sueño efímero del centro reformista del ex presidente José María Aznar como origen y meta de la nueva derecha. "El centro reformista está consolidado y ha colgado los complejos en el perchero de la historia", palabras de Aznar ya desvanecidas por la realidad y superadas por la victoria socialista del 14-M.
Frente a la difusa propuesta aznariana de reforma, José Luis Rodríguez Zapatero promovió un programa político ambicioso basado en cuatro pilares: paz universal (la alianza de civilizaciones), la España plural (reforma territorial y del Estado), ciudadanía con más derechos (hasta la extenuación paternalista) y ampliar el cuarto pilar del Estado de Bienestar, la España social como salvavidas contra la incertidumbre y el riesgo.
Aznar intentó desideologizar una derecha lastrada por el franquismo en un contexto de fin de la pasión política (Josep Ramoneda). Pragmatismo para mayorías.
Zapatero coincidió con un cambio y lo entendió: el empuje de la globalización reclama seguridades en una sociedad no preparada para enfrentar demasiado riesgo (Ulrich Beck).
El centro reformista ha desaparecido porque es imposible. Ni era de centro, ni reformista. Por eso se ha colado por el desagüe de la pérdida del poder. La estrategia del primer Aznar fue el ocasionalismo (Malebranche reinterpretado por Zizek o el exceso de democracia como problema): el oportunismo como encubrimiento de las verdaderas razones de su política, que volverían en el segundo mandato.
Entonces los cinco pilares de la derecha identificados por Zarzalejos: "defensa de la cohesión territorial, la unidad de mercado, una ciudadanía con (...) derechos y obligaciones similar en toda la nación, (...) identidad colectiva y una fuerte presencia exterior" volvieron a hacerse imperiales (sin la revolucionaria postura neocon) y opresores por su faz de un identitarismo en conflicto con otros promovido por cierta plutocracia/s.
Eso fue el segundo mandato de Aznar. La extinción de aquella segunda transición que volaría en pedazos no por los atentados del 11-M, sino por la rebelión de muchos ciudadanos contra un gobierno ensimismado e insuficientemente franco y transparente.
Una derecha viable debería coincidir con una mayoría, o grandes minorías, sociales; alejarse de toda culpa histórica y proponer una idea política, de España y de la ciudadanía, ilusionante.
Ortega y Gasset nos decía que "el español necesita ser antes que nada político" porque es necesario construir una sociedad vertebrada. Esa ciudadanía común todavía no existe cuando ya aparecen otras identidades más concretas y cerradas, más líquidamente adaptables (Zygmunt Bauman) y tranquilizadoras. Su mayor problema es que están asfixiadas por el nacionalismo.
Pero el aznarismo no pudo construir un españolismo pacífico. Engalanados en el reformismo algunos han creado la crispación, la política del no que tanto disgusta a quienes piensan que siempre se puede hacer algo o, al menos, es imprescindible intentarlo.
La derecha extrema denunciada por el presidente Rodríguez Zapatero no cumple las condiciones de una política viable para el gobierno. Padece cuatro problemas fundamentales:
1. No tiene una idea de España creíble e ilusionante que pueda ser compartida por grandes mayorías.
2. No es liberal. Pesa demasiado una herencia de conservadurismo lastrada por la falta de libertad, la dictadura y una sociedad de privilegios.
3. El Partido Popular sigue siendo más una coalición, una agrupación electoral, que un auténtico órgano político con vida interior propia y abierta.
4. La política mediática de la crispación y la conspiración confunde la información con la propaganda y la ideología hasta crear un doble pensamiento y un doble lenguaje (George Orwell) que vuelve la verdad aspiración de poder. La víctima son los ciudadanos y su derecho a la información, imprescindible para la vida democrática.
El proyecto de Zapatero se cuela por otros agujeros. La otra idea de España (Suso de Toro) bate contra las ambiciones nacionalistas y su mezcla de identitarismo y antiliberalismo (estrechamiento de la ciudadanía y sus derechos), mientras la paz universal estalla en la lucha contra el terrorismo y los nuevos derechos de ciudadanía son tan esperanzadores como asfixiantes.
La derecha debe volver a encontrar una idea de España enriquecedora de una ciudadanía abierta y dinámica, como reclamaba Ortega. Ensimismada es sólo un quiste de la historia. Carne sin alma.
El modelo no es un David Cameron vacío de ideas y pleno de marketing (Economist dixit) ni un Sarkozy proponiendo mano y mente dura contra un modelo republicano que se hunde por el fracaso de un proyecto de ciudadanía.
La derecha necesita una clara idea de una España abierta, ni absorbente ni dominante, que responda a las necesidades y ambiciones de una sociedad despierta en gran parte de lo material pero árida en las ideas y las ilusiones colectivas.
Entonces la izquierda posible tendría que espabilarse y no caer en errores de baronías, ocultismos y paternalismo para proponer una idea de España social pero no párvula.
"El actual Gobierno del PSOE pretende que el Partido Popular como expresión de la derecha democrática española olvide el reformismo que le mantuvo brillantemente ocho años en el poder, se divida, pierda autonomía y sus propuestas alternativas carezcan de centralidad y, por lo tanto, de respaldo electoral mayoritario", dice Zarzalejos.
No es necesario. Esta derecha se estrangula sola. El problema es que envía a demasiados y a demasiadas cosas al cadalso. Yo, o la nada. Ese cainismo nos oprime.