"Mientras el muro es la más obvia y viva demostración del fracaso del sistema (...) para nosotros es una ofensa no solo contra la historia, sino también una ofensa contra la humanidad (..) dividiendo a la gente que quiere vivir unida".
Cuando Estados Unidos era todavía un país admirable y valiente, por grandes que fuesen sus errores, John F. Kennedy pronunció esas palabras en Berlín contra el muro.
Hoy nadie las oye y los norteamericanos se aprestan a separarse de México con un muro vergonzoso y arteramente propagandístico por razones electorales.
Otra vez el miedo encierra a los miedosos. Horrorizados de su propio terror.
Y, mientras, los derechos humanos y el hábeas corpus caen para combatir terror con terror.
Las disculpas no engañan más que a quienes se quieren engañar.
Kennedy no podría volver a declararse berlinés. No podría identificarse de nuevo con los separados a la fuerza de sus congéneres. Su idea de la libertad se encierra en un parapeto ignominioso como el Telón de Acero, el muro israelí contra los palestinos o la valla de Melilla.