"Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa".
Los versos de Vicente Aleixandre eran para Málaga, no para Madrid. Tampoco para Miraflores de la Sierra. Pero en todas esas ciudades dejó carne y poemas.
Confieso, sí. Confieso. No soy imparcial. Fui uno de esos jóvenes que peregrinaban urgentes, ajeteadros ante las noticias de su mala salud, a sus casas.
Llegábamos de todos lados a Velintonia, 3 y si el poeta no estaba lo buscábamos en Miraflores. Si tampoco, quedan sus versos de carne.
"Seno de amor, rotunda morbidez de la tarde".
¡Qué hubiera sido de nosotros sin Luis Cernuda, sin Vicente!
Poetas de idea y sangre. Versos dionisíacos rotundos como caderas.
Más de un decenio para salvar una casa. Pero los herederos y la codicia urbanística son implacables.
"Un presagio del vacío inmediato".
No sé si esta ministra de Cultura aculturizada que convierte museos en panteones, pasea descuidada entre cineastas y desconoce los libros tendrá alguna idea.
Fui mitómano. Ahora de
"su huella; sólo el leve
trasunto"
No adoraré paredes sin cuerpos candentes. Nos quedan sus versos.
Si resiste el ladrillo, que sirva para abrigar amores y más poemas.
[Todos los versos son de Sombra del Paraíso]