"500 tabernas y sólo cuatro librerías". La letra de una vieja redondilla no ha parado a los escritores y fans reunidos en Segovia. Por unos días dejó de ser la ciudad del cordero y el acueducto para convertirse en un Hay granado de luminarias literarias.
Y la gente llenó las salas y pagó para ver a sus admirados.
Y los escritores conocieron lectores como sólo lo hacen en las ferias del libro. Pero allí la dictadura de la dedicatoria achica las ideas y la charla.
Fans de los libros. Cazadores de autores. ¿De sus letras, sus ideas o su fama?
¡Y qué más da!
Por unos días unos cuantos se reunieron a hablar con tiento y amor por la letra. España no es país de festejos literarios. Mayos y juegos florales están acabados. Agotados los viejos cafés y vueltos los ateneos instituciones casi geriátricas no abunda el espectáculo de los clubs de lectores ni las presentaciones editoriales se llenarían si no fuera por los canapés o la búsqueda de un polvo intelectual.
En Segovia el star system literario triunfó. No era difícil, el público estaba entregado.
¿Se habrán vendido más libros? ¿Topó algún lector con la decepción de conocer en carne y hueso al personaje adorado?
Todo es promoción. Hay autores huidizos, refugiados en la letra escrita y escondidos del cara a cara. Otros son estrellas rutilantes. Cumplen su papel como el mejor. Martin Amis es el rey y lo demostró. A golpe de cadera intelectual nunca defrauda.
Ian McEwan estuvo tranquilo. Como es. Espantado ante ese dream team hortera, muy hortera, tan bien elegido y explotado por Jorge Herralde.
(Por cierto, necesitamos otro Herralde para otro Anagrama de cultura abierta y copyleft).
A Fernando Savater le saludó ETA con la algarada carlista de sus armados estilo IRA. Iconografía inédita por estos lares copiada para procesos de paz encrespados. Han visto demasiadas películas y leído demasiados relatos irlandeses.
Lo mismo algún encapuchado bajó a Segovia para pedir un autógrafo. Al fin y al cabo son francotiradores de mitos.
"No me pienso morir para darle a usted el placer de leerme", dijo Enrique Vila-Matas agitando el espíritu de bartleby indomable.
Pocos pueden decirlo. La mayoría morirían por un lector. Bueno, por unos cuantos.
Conocer a algunos escritores es una delicia. A otros mejor borrarlos de la realidad y pensar en ellos sólo como firmas.
Chuck Palahniuk cuenta en un reportaje las ferias de escritores montadas a lo largo de todo Estados Unidos con la promesa de lograr un editor. Siete minutos para convencer a un agente. Siete minutos para ser escritor profesional. Siete minutos para firmar un contrato leonino con una editorial de poca monta.
Los escritores estrella de Hay Segovia olvidaron ya esos días. Si por un tiempo lograron que este país de mentiras y estupideces a voz en grito callase para escuchar algo inteligente en voz baja, bienvenido el marketing literario.
Eso sí, no dejen de leer libros ni los juzguen por sus autores.
Cada perro tiene su correa y cada pecador su culpa (y algunos sin redención).