Efectos colaterales de la guerra del fútbol entre Prisa y Mediapro: los amigos dejan de serlo y se convierten en enemigos. El País ataca al presidente de RTVE, Luis Fernández, ex profesional de Prisa y querido en aquella casa, con una información sobre los contratos de Mediapro con RTVE.
RTVE exigió una rectificación enseguida para precisar algunos extremos menores de la información y acudió a la Asociación de la Prensa para pedir amparo.
Al día siguiente una información sobre la designación de Pedro Pablo Mansilla, ex director general de Prisiones, como encargado de la venta de las joyas inmobiliarias de RTVE abría más la brecha. Las razones de El País: el nombramiento personal del encargado por Luis Fernández y sospechas sobre la actividad del ex alto cargo socialista.
Hoy la batalla continúa y se abre el objetivo. En el punto de mira: Miguel Barroso, ex secretario de Estado de Comunicación, socio de los promotores de Globomedia y Mediapro, y acusado en su día tanto de ser un peón de Prisa en el gobierno como de ser la voz de los nuevos amigos mediáticos de Zapatero, Jaume Roures y José Miguel Contreras.
La guerra mediática entre Prisa y Mediapro se juega cada vez en más frentes. Ya no sólo es en la televisión con Cuatro y La Sexta, ni en el fútbol en Audiovisual Sport y el futuro cada vez más incierto de Sogecable. Ni siquiera en la atención con que en El País se vigila a Público.
La nueva RTVE también está entre los objetivos. Allí Mediapro se ha hecho fuerte desde el día que el programa España Directo se externalizó y encargó a la empresa de Roures.
En la nueva RTVE se externalizan más áreas como la comercialización en América mientras otras se reservan para la producción propia. Sus gestores intentan cumplir así el contrato marco y la nueva definición de servicio público después de la gran reestructuración de la radiotelevisión pública.
Prisa tampoco sale beneficiada de algunas de esas decisiones mientras otros aprovechan capacidad de producción, distribución y redes comerciales para hacer negocios con la televisión pública.
La pregunta es si las informaciones de El País, algunas poco fundamentadas y otras a destiempo, son parte de su compromiso periodístico o responden más bien a las necesidades de su empresa, como se preguntaba hace unos días uno de sus veteranos colaboradores, Antonio Elorza.