La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático continúa en Bali con la disputa entre países desarrollados y en desarrollo, y entre la codicia de un modelo de imperialismo ecológico insostenible y la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo.
Estados Unidos se opone al objetivo de reducción de emisiones contaminantes de entre un 25 y un 40% para 2020. La cifra mágica para sustituir al Protocolo de Kioto.
Los avisos de los responsables del Panel Internacional contra el Cambio Climático o de gurús como Al Gore, recientes premios Nobel, siguen sin inquietar a muchos países.
Con la Unión Europea empujando no es de extrañar la poca confianza en los acuerdos finales. El miedo al cambio climático y sus consecuencias ecológicas, sociales y políticas apura las negociaciones. Pero cada uno va a lo suyo.
El imperialismo ecológico denunciado por James Lovelock se codea en Bali con el imperialismo económico y la revuelta de los países en desarrollo contra los desarrollados. Ellos también quieren contaminar para crecer. O ser pagados para ser los pulmones verdes de la Tierra.
Al fin y al cabo, como ha explicado Sir Nicholas Stern, responsable del influyente informe británico sobre el cambio climático: "el problema es un fallo del mercado, los que dañan a los otros por emitir gases con efecto invernadero generalmente no pagan".
Cobrar es el deseo de muchos países emergentes al defender cuotas para evitar la deforestación, un nuevo mercado como el de emisiones impulsado en Kioto. Pagar por contaminar para introducir el coste ecológico en la lógica del mercado.
La mayoría de los expertos mantienen con tino que sólo el interés propio y el miedo salvará el planeta.
La cuestión es saber si el interés funciona sólo a corto plazo o acepta un mercado de futuros más amplio.
Tecnología, educación, mecanismos financieros, asistencia a los países pobres y en desarrollo, y cooperación son las claves de la conferencia de Bali. Pero casi todos los observadores temen acuerdos laxos mientras los expertos claman cada vez más por una acción radical ante las amenazas climáticas y ecológicas.
Transferencia es la palabra en boca de muchos: un modelo de reducción de emisiones, expansión de los bosques, compromiso y cambio de estilos de vida para no convertir la lucha contra el cambio climático en otra penalidad para los países más pobres ahora que los ricos ya han hecho mucho daño.
Los desfavorecidos también quieren su revolución económica. Cambiar el modelo industrial y las imperfecciones del mercado será la clave para salvar a Gaia, como lo es de toda la globalización.
El cambio climático necesita un modelo de sostenibilidad donde el imperio de un cierto progreso asimétrico no continúe primando el bienestar de unos pocos frente al mal de muchos.
Un acuerdo de paz con el planeta, entre países y entre intereses.
De lo contrario seguiremos oyendo Mentira, la canción de Manu Chao con los anuncios de los acuerdos de Kioto de fondo.
Mentira lo que dice
Mentira lo que da...
Mentira la verdad