Hugo Chávez perdió ayer su primera consulta electoral en diez años. Por poco: 49,2% frente a 50,7%. Venezuela dijo no a una reforma electoral justificada para acabar la revolución bolivariana mientras los opositores hablaban de un asalto electoral a la democracia para imponer la dictadura.
Chávez no encontró su incendio del Reichstag pese a la agitación contra las torpes palabras del Rey de España en la Cumbre Iberoamericana y la apelación continua a los pobres y los desfavorecidos de un país conocido por su deme dos, la frase repetida por los venezolanos pudientes en las tiendas de Miami.
La oposición se unió y Venezuela se ha salvado del poder absoluto por un tiempo, como ya ha prometido el ex general golpista. Muchos partidarios de los primeros años de chavismo desertaron ahora cuando han visto que no había vuelta atrás y que el pueblo sólo estaba en las palabras de Chávez, no en su voluntad.
Teodoro Petkoff, periodista y ex guerrillero, me avanzó hace casi diez años que Chávez era un dictador, no un revolucionario. Preparábamos El Mundo, un diario dirigido por Petkoff que no aguantó mucho tiempo el asalto a los medios del chavismo.
Petkoff celebró ayer la cultura democrática de los venezolanos. Esa tradición, asediada durante tantos años por la plutocracia y la corrupción, los salvó ayer de reducir la democracia a una formalidad.
Esta derrota de Chávez enseña algunas lecciones y que no es tan fácil controlar a los pueblos cuando la democracia importa.
El petróleo no da la felicidad.
Empleado como arma política es un concentrador de poder, pero en ese uso las grietas de la corrupción son imparables y se ve su negro rastro. Pese a las mejoras en algunas áreas para los más desfavorecidos de un país terriblemente desigual, la corrupción persiste y el dispendio deja adivinar que hay formas mejores de mejorar el país y la vida de sus habitantes.
Las revoluciones híbridas no son totalitarias.
Anticolonialismo, indigenismo, socialismo, cristianismo evangélico... el crisol ideológico de la revolución bolivariana acerca y fascina a muchos, pero no crea la argamasa suficiente para sepultar al resto.
Los mercaderes siguen en el templo.
Con tanta demagogia contra el capitalismo global, tanta amenaza a Estados Unidos, a los bancos españoles, a las multinacionales petroleras, etc. los intercambios comerciales y económicos de Venezuela se mantienen y crecen con sus principales socios. Además, Chávez ha abierto con inteligencia nuevos canales comerciales con otros países en utilización del soft power defendido por los correctores de la globalización.
Frente a la globalización, nacionalismo.
La identidad es el gran escudo contra los males de la globalización. Mitificada o reinventada, el nacionalismo aprovecha la angustia personal para ofrecerse como salvaguarda contra los miedos personales. Chávez ha retorcido además el americanismo bolivariano, la Gran Colombia, sabedor de que aumentar el poder o su amenaza es la única forma de mantenerlo en casa.
Los medios son contrarrevolucionarios.
En un país fascinado como pocos por el consumismo y la ambición sensual los medios son contrarrevolucionarios. Por muchos blogs, radios y periódicos chavistas que se funden y controlen. Por mucho que se silencien emisoras, televisiones y diarios opositores, el mensaje general de los medios venezolanos es el mismo que hace diez años: felicidad, lujo y sexualidad.
El ascetismo revolucionario tan demandado por el leninismo no está en el gen de la revolución chavista. Es genéticamente opuesto. No hay revolución que pueda contra unas caderas al son y la fascinación de las vidas de telenovela.
No ha llegado la hora. Chávez persistirá.