En el Congreso de los Diputados ya no hay ceniceros. Los diputados ya no saldrán de los plenos a la M-30, el pasillo que rodea el hemiciclo, para fumar.
Resultado: menos contacto con los periodistas, menos comentarios, menos noticias.
Los reporteros parlamentarios están que trinan. No sólo no pueden fumar, ni siquiera en las cabinas de los medios, sino que los políticos se escaparán por el pasillo directo que existe entre el hemiciclo y el bar de diputados, al que está vedado el acceso a los periodistas.
Hay quienes piensan que las crónicas serán más ácidas. Y también más concisas. Hay prisa por salir a la calle.
La iniciativa de Manuel Marín, presidente del Congreso, de dar ejemplo prohibiendo fumar desde el 1 de septiembre ha provocado caras crispadas, pocas ganas de hablar y mucha mala leche.
Si hace tiempo se perdió la costumbre (o eso dicen) de soltar la lengua alrededor de unas copas, un fumador sin tabaco es lo más gruñón y menos hablador que existe.
Ahora se habla en las comidas, organizadas, en grupo y con jefe de prensa al acecho. Propaganda, marketing y menos información. Eso sí, más caro.
Se acabaron las rondas de calada y calada por la M-30. Diputados a su bar, uno de los dos únicos puntos del edificio de la Carrera de San Jerónimo donde se puede fumar. El otro es un trozo pasillo de la primera planta del edificio de ampliación. Éste sí acoge a todos, sin distinción.
En las comidas en grupo no hay exclusivas, en los corrillos de fumadores ansiosos tampoco. Menos sitio para fumar, más fumadores arremolinados y menos ganas de largar.
Se acabaron los humos y las exclusivas.
elmundo.es | Se acaban los malos humos en el Congreso de los Diputados