Fernando G. Urbaneja tenía cita en el Club Siglo XXI a cuenta de la entrega del informe para la reforma de la televisión pública al Gobierno. Documento entregado en el tiempo marcado con disolución del comité de sabios el pasado día 13. Pero en medio estalló la segunda guerra digital o de la televisión o como se llame. Urbaneja no se evadió y dijo: la credibilidad de todos --y en especial del periodismo-- está en un gran charco, un torrente en fuga, abierto por el gobierno de Zapatero y donde chapotean los editores. Salpicados y sin salida, los periodistas. Atónitos y avergonzados, los ciudadanos.
El presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid y de la Federación de Asociaciones de la Prensa destacó la enorme erosión de la credibilidad de todos que esta mezcla de política, periodismo, licencias, publicidad, cuentas de resultados y filias/fobias produce.
Acusó al gobierno de saltarse el camino que el propio presidente Zapatero había marcado: reforma de la televisión pública, creación de un Consejo Audiovisual transparente y profesional, para luego desbrozar la maraña legislativa sobre la televisión en España.
Urbaneja recordó la primera guerra digital, la de 1997, y la gran cantidad de víctimas que provocó, en lo económico, lo periodístico, lo judicial y en la propia honestidad de muchos. De los que perdieron, tantos, y de los que ganaron, muy pocos.
A José Luis Rodríguez Zapatero le ha faltado tiempo. Sin llegar al año ya está enfangado, y el presidente de los periodistas está convencido de que al del gobierno lo han liado. No dijo quién.
A los editores les recordó que hacer declaraciones institucionales sin preguntas desdice su condición y deja indefensos a los profesionales frente a las fuentes. Urbaneja abjuró de esta mezcla de lo empresarial y lo periodístico padecida en tiempos de periodismo corporativo.
Señaló que en la televisión sólo una parte es información y el pluralismo un arma de toma y daca vacía de contenido.
Todos perdemos.
Para Urbaneja, entre las amenazas del periodismo destacan la confusión de información y espectáculo, especialmente sangrante en la televisión, ese luminoso objeto de deseo, y el asalto y dominio de las fuentes sobre los medios.
Se extendió en la necesidad de identificación, transparencia y demás reglas básicas del reporteo tan incumplidas a menudo. Acudió a la fugaz y casi encubierta reciente visita de Bill Kovach para recordar que el periodismo es una disciplina de verificación cuya lealtad se debe a los ciudadanos.
El presidente de los periodistas pidió buen periodismo para una buena democracia. Se quejó de limitaciones (corporativas, políticas, personales) y defendió que también hay buen periodismo.
No todo está perdido, pero hay que estar alerta.
(Sobre el informe del comité de sabios, reiteró que cada uno ha escrito y dicho según su entender y libertad)
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