Sunday, January 09, 2005

Ramón Lobo cuenta su secuestro

A Ramón Lobo y a Carmen Secanella no les desenfocó el miedo. Un grupúsculo incontrolado de radicales palestinos los secuestraron el sábado, vigilia de las elecciones palestinas. Una horas después estaban libres gracias a la mediación del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que utilizó sus contactos y larga experiencia en la zona representante de la Unión Europea.
Ramón Lobo cuenta en El País su secuestro, y lo hace como el gran periodista que es: sin perder el foco ni caer en la tentación de erigirse en protagonista de la noticia, cuando esta vez tenía motivos.
El reportero valora las cuatro columnas adjudicadas por su diario y no las malgasta en relamerse, autopromocionarse, convertirse en héroe mediático o sustraer el protagonismo a quienes realmente lo tienen: esos palestinos convocados hoy a votar por un futuro que Israel sigue negando.
"Al otro lado del control militar israelí de Abu Holy, que corta la Franja de Gaza en dos, se encuentra Jan Yunis, un campo de refugiados donde hierve la pobreza y la desesperación".


Ramón Lobo es uno de esos corresponsales de raza. Curtido en guerras, de las de verdad y de las libradas en las redacciones. Un hombre inteligente con unos profundos ojos azules del soñador que nunca ha dejado de ser.
Ramón ha dicho del trabajo de repotero que es "un viaje a través de una decepción" porque no salva vidas, "sólo pone nombre, a los muertos y a los vivos".
Ramón viaja hace muchos años en busca de Kurtz en una nave sin retorno. Enamorado de África, él que nació en la venezolana Maracaibo, lago de petróleo y viejo mito de piratas. El reportero va siempre pertrechado de "un cuaderno, un bolígrafo, un billete de ida y vuelta y un seguro de desmemoria".
Pero a Ramón se le quedan pegados muertos y vivos en sus retinas y en sus palabras. Y no se van.
Otro quizás hubiera sucumbido a la tentación legítima de ser héroe, o al menos narrarlo. Pero no Ramón.
Otro habrían centrado su crónica en los radicales incontrolados que no pueden garantizar la paz de su pueblo ni la de su enemigo. Pero no Ramón.

"En la memoria del periodista no queda apenas rastro de los enmascarados. A cualquier imagen se sobrepone otra más dura: la de las mujeres de negro de Muasai, en las afueras de Jan Yunis, haciendo frente a la paciencia y a una torreta militar israelí en la que otro armado, esta vez de uniforme, asomaba la bocacha de su fusil y amenazaba con abrir fuego sobre la gente que quiere volver a su casa".


No es fácil que Ramón pierda el foco. En sus venas asoman Ernie Pyle, Michael Herr, Ryszard Kapuscinsky y el rastro de los grandes reporteros de guerra, de los que siempre pensaron más en los hombres y mujeres que los rodeaban.
Como en una de sus novelas preferidas, La balada de la playa de los perros, de Cardoso Pires, la agonía de la negación de la libertad es más fuerte fuera de la casa que dentro, aunque nadie esté a salvo, ni en la novela ni en estas elecciones donde sólo los israelíes han quebrado una vez más la paz necesaria con su muro de intolerancia.

Prisioneros en Gaza - ELPAIS.es
Ramón Lobo | El héroe inexistente