Tuesday, February 09, 2010

RTVE externalizada, ¿y el servicio público?

Música: Mulatu Astatke

Datos de CC OO

Los sindicatos están que trinan contra la dirección de RTVE y la huelga amenaza. Alberto Oliart se enfrenta a su primer gran desafío como presidente de la nueva RTVE sin publicidad.
Los sindicatos vuelven a denunciar la abusiva producción externa, con la que se ha forjado más de una fortuna, y no hay química del presidente con unos consejeros que todavía no se han renovado por la incapacidad de PSOE y PP para ponerse de acuerdo en casi nada.
Sólo hubo consenso para nombrar presidente de la Corporación RTVE a Oliart tras la constación de que el modelo competitivo de Luis Fernández no resistiría la televisión estatal sin publicidad.
RTVE es líder sin publicidad, pero sus problemas muestran los errores y los fallos de decisiones políticas que sólo contentan a las televisiones privadas y no resuelven la cuestión principal:
¿Cuál es el servicio público audiovisual del siglo XXI?
Muchos contestan que ninguno. Otros piensan que el telestado articula el estado del bienestar casi tanto como las pensiones o la Seguridad Social. Pero ni la nueva RTVE ni la ley audiovisual en proceso contestan la pregunta.
El ratio de producción propia de RTVE es bajo y 53 productoras acaparan los grandes espacios, tanto de ficción, como de entretenimiento y magazines. Y lo hacen además a menudo utilizando equipos y recursos de RTVE, denuncian reiteradamente los sindicatos. Sólo los telediarios están excluidos.
Pero también hay que oír las quejas sobre la falta de un nuevo modelo profesional a pesar del ERE, sobre la baja productividad de la plantilla y los equipos de la casa. Su estructura y modelo de trabajo burocrático, sin flexibilidad y con poca capacidad de respuesta es conocida y ha sido denunciada tanto por profesionales como por gestores.
Sin un nuevo modelo organizativo y otro proceso funcional y de producción será difícil ver una radiotelevisión pública más eficiente.
Pero el dislate comienza por el mismo Consejo de Administración, un órgano politizado que cumple funciones de comisariado más que de gobierno de la Corporación.
Pero los partidos se niegana profesionalizarlo para no perder su poder, como ocurre también en las televisiones autonómicas.
Y, sobre todo, ausencia de un consenso sobre el modelo de radiotelevisión pública y del servicio público. Definiciones de las que no se pueden excluir las televisiones autonómicas por mucho que no sean competencia estatal. Es uno de esos pocos asuntos donde un consenso de estado es esencial para no seguir costeando la sangría económica de más de dos mil millones anuales del telestado autonómico.
Unos demandan que RTVE sea competitiva para asegurar su presencia, otros que no reste negocio a las privadas (20 años ya), y los espectadores continúan apoyándolo. Y más ahora que aún tiene dinero para compras y producciones. Veremos la evolución de un modelo de financiación en cuestión y con dudas sobre su sostenibilidad.
Lo urgente es un nuevo modelo de servicio público audiovisual, flácido y etéreo en la propuesta de ley audiovisual.
Un modelo donde los contenidos informativos, culturales, científicos y educativos no sean un lastre sino un objetivo y un sello de calidad.
Un modelo multiplataforma abierto y participativo que supere el viejo concepto de radio televisión para aprovechar las posibilidades interactivas de los nuevos medios digitales. De verdadera participación ciudadana, que no se contente con un espacio de preguntas a los políticos.
Un servicio público y de dominio público, con derechos abiertos para la utilización de las obras financiadas con dinero de todos, su remezcla y la producción de nuevas obras con las mismas garantías.
Con el desarrollo de nuevos medios y plataformas como están experimentando televisiones como la BBC para explotar todas las ventajas de la convergencia.
RTVE es una de las principales pantallas y medios de distribución de contenidos del país. Dentro y fuera del estado. Esa potencia no debería asentarse sólo en un modelo comercial sino en explotar esa ventana para la creación audiovisual, la información, el entretenimiento de calidad y los contenidos de servicio público real.
RTVE podría convertirse en el gran distribuidor y promotor de los artistas y creadores audiovisuales que hoy tienen difícil encontrar espacio en los medios comerciales. Siempre que su calidad e interés esté refrendado por una gestión y dirección realmente profesional y participativa en sus cadenas.
Alejarse de la obsesión del deporte como interés público y explotar esa gran pantalla y sus canales como si fueran bienes públicos serviría para despejar dudas respecto a su papel y financianción.
Pero los políticos no quieren perder poder y, como antes, nadie quiere asumir una pérdida de audiencia para apostar por el interés público y no el de los audímetros.
Cuando RTVE vivía financiada parcialmente por la publicidad el miedo al audímetro estaba justificado. Ahora sólo el apego al poder y una concepción cretácica de la radiotelevisión pública justifica que no se convierta en una red de pantallas y medios digitales ciudadanos y abiertos. Una explosión cambriana de la convergencia audiovisual y un nuevo modelo para el servicio público.