Monday, February 15, 2010

Goyas sin pelusilla


Ganó Telecinco. El cine se quitó kilos de ombliguismo de encima gracias al régimen Álex de la Iglesia. Volvió Almodóvar, el hijo pródigo, para demostrar que esto debe dejar de ir de egos y fobias. Y ganaron las películas que debían ganar y como debían ganar: con Celda 211 triunfó el cine; con Ágora, la ambición de la taquilla.
El presidente de la Academia del Cine metió el dedo en el ombligo para sacar la pelusilla, más persistente que la caspa. Hurgó con el dedo para limpiar esa costra de autoindulgencia, errores convertidos en virtudes y tanta pacatería que por tanto, demasiado tiempo, tiñe el cine español de una boba pelea con sí mismo, los espectadores y sus financiadores.
No es la revuelta de los nerds proclamada por Peter Biskind para glosar la resurrección de Hollywood en los setenta, pero puede ser el triunfo del cine delgado. Con 35 kilos menos y la pelusilla arrojada con el chicle a la papelera, el hombre delgado del cine español puede no flaquear jamás y crear películas donde los monstruos y la excentricidad queden para los guiones.
"Nos pagan por hacer un trabajo, y hay que hacerlo bien (...) Necesitamos fortalecer la industria", proclamó ADLI para inaugurar un nuevo régimen donde la sempiterna queja de las descargas quede en un breve chiste ante la ministra de Cultura. Donde todos quepan, grandes y pequeños, si hacen cine. Cine para gustarse y que guste.
Como la gran triunfadora de la noche, Celda 211.
Pedro volvió. Por la insistencia de ADLI y esperado en primera fila por Pé y Javier Bardem. Amigos, internacionales y triunfadores. Convencido como la Academia debe estar convencida de su importancia para la industria y el cine. Y lo hizo como un profesional. Sin acritud, sin bajar la cabeza, recibido con aplausos.
That´s entertainment!
Ahora toca limpiar de verdad la industria. Olvidar los trapicheos de los estrenos sólo para las subvenciones, la relamida endogamia y trabajar para que no sea la última vez que se logra un 14% de la taquilla.
Para eso el cine debe pertenecer a su público. O al menos reencontrarse con él en cada película. Sin ombliguismo. Sin pelusilla.