Zapatero los quiere a todos rezando con él y Obama en Washington. Juan Luis Cebrián (Prisa), Pedro J. Ramírez (El Mundo), José Miguel Contreras (La Sexta), José Manuel Vargas (Vocento), Alejandro Echevarría (Telecinco) y Carlos Herrera (Onda Cero) acompañan al presidente, además de políticos y grandes empresarios.
Café, mucho lobby y huevos revueltos en el Desayuno Nacional de Oración.
Convoca La Familia, como se conoce a The Fellowship Foundation. Una organización cristiana conservadora que desde 1935 cultiva las relaciones con el poder político y económico en desayunos de oración. En 1953 se consolidaron en la capital norteamericana con el respaldo del presidente Eisenhower.
Los desayunos no son para la prensa ni están abiertos a la información. Los periodistas y responsables de empresas de comunicación que acompañan a Zapatero lo hacen como empresarios para estrechar relaciones comerciales y económicas.
¿Pueden resignar su condición de periodistas? ¿Se puede acompañar al presidente en un viaje criticado en algunos de sus medios? ¿Es consecuente para los responsables periodísticos participar en un acto cristiano donde religión, intereses económicos y política se mezclan sin claridad ni transparencia?
La participación de Obama es criticada por amplios sectores de opinión y asociaciones cívicas en Estados Unidos por la opacidad de La Familia. Una organización que politiza la religión, privatiza y comercializa el espacio político y a los cargos públicos en una amalgama de intereses de poder.
Si la presencia de Zapatero es difícilmente justificable desde la coherencia política y sólo puede entenderse desde la diplomacia, la de algunos de los participantes, pródigos en editoriales, columnas y opiniones sobre la separación de religión y política, la transparencia del poder y los intereses económicos, etc. es bien discutible.
Ninguno de los periodistas invitados -entiendo que Cebrián, Pedro J., Carlos Herrera y Contreras aún se consideran así- ha explicado cómo y por qué va, al margen de algunas notas del director de El Mundo. ¿Entenderán sus lectores, oyentes y televidentes su participación en esa reunión sin una detallada y transparente información sobre lo que allí se trata?
Los ciudadanos esperan sus crónicas. Y un poco más de coherencia y responsabilidad.