Factual escora más a la derecha y se hace vertical. Marchó el autor, acabó la obra y se van despojando sus atributos originales, sean de diseño, contenido o modelo de negocio.
Fin de las aspiraciones intelectuales, de las revoluciones de formato con navegación horizontal y del envoltorio de periodismo exquisito.
Fin también de intentar cobrar por lo que no se puede vender. Porque la mayor parte del periodismo ya no se compra. No al menos hasta conseguir realmente buena información -no análisis y opinión, olvídense de vivir sólo de eso-, diferenciación cualitativa y una reputación que sostenga un modelo de pago en tiempos de gratuidad y abundancia.
Fin de la era Arcadi Espada. Lo contó él y la propia redacción en blogs y tuiteos, jaleados por los que acuden al espectáculo del desencanto, las declaraciones programáticas, los desesperos y las sospresas. Olé el periodismo dicen. Y uno se pregunta, ¿qué carajo tendrá que ver el periodismo con los despidos y los intereses político económicos de los promotores de los chiringuitos mediáticos?
Así andamos de despistados.
Este país tiene larga tradición de diarios, televisiones y radios en manos de constructores, lobistas, trepas, arrejuntados al poder y demás chupasangres.
Con un digital es más barato. Así surgieron gran parte de los confidenciales y muchos otros medios que andan por ahí emborronándolo todo.
Factual ya no será factual. Ni seguirá el presunto método científico para el periodismo. Caña para la parroquia y contra los mismos monos. Sobre todo ahora que la época Zapatero naufraga con la crisis, la pérdida de la política y el agotamiento.
Queda otra redacción maltratada y la risa de los mismos de siempre. Que siempre encontrarán una cabecera bastarda donde disfrazar de periodismo el panfleto y las herramientas del trapicheo con el poder.
Periodistas y lectores, cada vez más despistados. Porque declaraciones y propuestas hay muchas, muchísimas. Pero periodismo, ¡ah, eso es caro, lento y exigente!
Y no conviene para el trapicheo.