Las televisiones están superadas por la inmigración. Su aceleración y volumen es un problema nuevo en España y contaminado con estereotipos, sensacionalismo y emociones que desbordan los criterios periodísticos.
El problema de fondo es informar sobre los inmigrantes como lo otro, lo extraño, la amenaza. Criminalizar a las personas con generalizaciones, devaluar su importancia social y humana, politizar un problema creciente con ambiciones y cinismo de corto plazo y convertir a los inmigrantes en clientes antes de reconocerlos ciudadanos.
En el debate sobre inmigración y medios celebrado en la Asociación de la Prensa de Madrid el público(periodistas, en su mayor parte) desbordó a los representantes de las televisiones.
Frente a una complaciente autocrítica centrada en la presión de la audiencia, las premuras, el empleo de lenguaje estereotipado y sensacionalista, la falta de fuentes o el imperativo de las imágenes de cayucos, personas sufrientes, alarma, etc. el público demandó responsabilidad social, criterios profesionales, menos sensacionalismo y manipulación.
Preguntó dónde están los periodistas inmigrantes y cómo se enfrentarán los medios a un futuro de mezcla étnica, cultural y religiosa (criterios norteamericanos sobre diversidad en los medios).
Sus demandas recuerdan a documentos recientes con recomendaciones sobre el tratamiento informativo de la inmigración como los elaborados por los consejos audiovisuales de Cataluña (pdf) o Navarra (pdf).
La respuesta fue decepcionante.
En la mesa convocada por la APM no había periodistas ni representantes de medios creados u orientados por y para inmigrantes. Entre el público, sí.
Y no callaron.
Cuando en la mesa no se había reflexionado sobre nuestro presente y pasado inmediato de país de emigrantes (en búsqueda de trabajo y negocios), el público demandó memoria a las televisiones. Cuando se hablaba genéricamente de inmigración, el público pidió diferenciación entre orígenes, culturas, problemas.
Más historias personales iguales a las del resto de ciudadanos, escrupulosas con la intimidad pero sin miedo a retratar la diferencia, más fuentes y menos politización, alejarse de la criminalización y la dramatización, menos guetos informativos y de criterios.
La política pasó de puntillas por el debate pese a la politización descarada de la inmigración tanto por los partidos como por los medios.
Las televisiones están lejos, muy lejos, de ver a los inmigrantes e informar sobre ellos con naturalidad, dentro de contextos alejados de estereotipos y tópicos. Sin el recurso al miedo en la sociedad.
Consuelo Rumí, secretaria de Estado de Inmigración, abrió la jornada pidiendo un "espacio para la normalidad" en la actualidad, más allá de la obsesión por la inseguridad, la simplificación y la dramatización.
Cada televisión contestó sin apartarse de su guión, pero sobre todo como si la responsabilidad de su cobertura dependiese más de factores externos que de criterios y decisiones propias.
Las dos grandes privadas fueron muy poco autocríticas a pesar de ser denunciadas por muchos estudios como sensacionalistas y dramatizadoras en la cobertura de la inmigración (ver, por ejemplo, los últimos análisis publicados por la revista del Consejo Audiovisual de Cataluña, pdf).
Ni Ana Ortas (Telecinco), ni Javier García de la Vega (Antena 3) revisaron la orientación de sus informativos y aludieron a la falta de tiempo para la reflexión o al poder de la imagen impactante.
Las dos nuevas cadenas privadas, Cuatro y La Sexta, presentaron una faz más progresista.
Jordi Ferrerons, jefe de redacción de Noticias Cuatro, reflexionó sobre el lenguaje sensacionalista y recordó el efecto parabólica: los inmigrantes prefieren los medios de sus países de origen y los dirigidos específicamente a ellos sobre los generalistas. Un obstáculo para la integración.
César G. Antón, director de informativos de La Sexta, proclamó su intención de "escapar del suceso" y la intención de retratar la vida personal, social y cotidiana de los inmigrantes.
Por RTVE, Alicia G. Montano, directora de Informe Semanal, pidió "autorregulación", "rigor" a la administración pública y menos politización. Sin cuestionar los erráticos criterios de la cadena pública, demasiado parecidos en muchas ocasiones (ver estudios citados antes) a los de las privadas, dijo confiar en el nuevo Consejo Asesor que contará con un representante del Consejo General de la Emigración. El problema es que este consejo representa a los españoles emigrados, no a los inmigrantes en España.
Los inmigrantes, sus problemas y los problemas que generan en la sociedad de acogida necesitan una mejora de la cobertura, criterios más firmes y menos sensacionalismo.
El presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando G. Urbaneja, terminó preguntando qué ocurrirá cuando suframos algún episodio de racismo o violencia xenófoba como los ocurridos en otros países.