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El envés de la religión y el culto es su mofa.
Desde los griegos, al menos, se sabe. Recomiendo a los iracundos de Hazte Oír a Aristófanes.
Si los propios creyentes pierden el sentido del humor y las tragaderas vuelven al Antiguo Testamento, a aquella religión terrible. Cuenta Julian Barnes que Noé no tenía sentido del humor, más bien una mala leche espantosa. Síntoma de hidrofobia o de falta de hidromancia suficiente.
Cristo reía.
Pero la iglesia, parte de ella, perdió el cariño por la risa para tapar los pecados del mundo y los suyos propios, como cuenta Umberto Eco en El nombre de la rosa.
Sin risa no somos humanos.
Si no sabemos aceptar la ironía, la comedia y la crítica, tampoco.
Dios nos salve de los intransigentes.
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