José Luis Rodríguez Zapatero y Recep Tayiip Erdogan, promotores de la Alianza de Civilizaciones, ya tienen el informe del Grupo de Alto Nivel. Y en sus recomendaciones (resumen, informe completo y documentos en pdf) destacan el énfasis en la participación de la sociedad civil, los medios, internet y la emigración como elementos esenciales además de los ya consabidos: el conflicto Israel-Palestina, las operaciones militares occidentales en países y territorios musulmanes, la asimétrica aplicación de las leyes internacionales, la falta de democracia y la sustitución de la racionalidad y la política por los integrismos religiosos.
Con la mayoría se puede estar bastante de acuerdo, pero un énfasis mayor en los problemas interiores del mundo musulmán sería útil, bienvenido y señal de alianza por ambas partes. El problema no son las religiones, sino los creyentes, como dijo Kofi Annan. O se habla con libertad y sinceridad, o mejor callar.
Sin más libertad, secularización y opinión crítica el progreso democrático y el multiculturalismo razonable no son posibles.
En su novela Me llamo Rojo, el reciente premio Nobel turco Orhan Pamuk emplea una metáfora reveladora. En la pintura musulmana no hay perspectiva, ni sombras, ni rostros de carne y hueso. El islam no ha pasado por su Renacimiento ni por su Ilustración. El hombre no mira al hombre con la luz de la realidad.
Impera la visión religiosa, los estereotipos y las imágenes de una autoridad cerrada sobre sí misma.
Una nueva edad oscura, sin sombras, ciega gran parte del mundo islámico desde el medievo, época de la novela de Pamuk.
Los expertos de la Alianza de Civilizaciones acuden a los medios, a internet, a la participación de los ciudadanos y al intercambio de ideas e información para romper los muros que encierran a muchos musulmanes dentro y fuera de sus países de origen.
En Oriente Medio, en los guetos y banlieuses de Europa, y en las conciencias y las mentes allá donde vivan.
Y también para abatir los muros erigidos con el miedo al terror contra el Otro, al que no nos atrevemos a entender y a reconocer, como él tampoco lo hace con nosotros.
Las recomendaciones sugieren:
alfabetización mediática y digital;
programas para fortalecer la ciudadanía, la participación democrática y el activismo social;
intercambios de jóvenes y estudiantes, una especie de programa Erasmo intercultural para fomentar el conocimiento mutuo;
crear una red de webs con explicaciones religiosas abiertas y humanísticas;
ayudar a los inmigrantes para no sufrir el encierro interior y el desarraigo;
y una serie de códigos de conducta y recomendaciones para evitar los estereotipos en los medios y el entretenimiento, promover la información rigurosa y alejada de tópicos y malformaciones, y promover el desarrollo de los nuevos medios.
Son recomendaciones razonables para ejercer la libertad. Pero para ello debe poder ejercerse.
Las recetas de la Alianza de Civilizaciones no están de más en los medios, el periodismo y la opinión pública occidental pero, ¿dónde están las recomendaciones para los países donde la libertad está sometida al imperio religioso, a los sátrapas y totalitarios, a los regímenes que encarcelan disidentes intelectuales, políticos, informativos, etc?
Falta realidad y sobra miedo. Que los expertos de Rodríguez Zapatero y Erdogan puedan mirar a los países musulmanes y a sus élites con el mismo ojo crítico y libre dirigido a los occidentales.
Abundar en las encarcelaciones de blogueros, las amenazas a internet, el acoso y represión del periodismo y los medios, repasar la triste posición de los países musulmanes en las clasificaciones de la libertad de prensa, oír las voces de los silenciados y perseguidos en esos países.
Reivindicar esos derechos sin miedo a hacerlo. Avivar la visión crítica y la información precisa sin temor a un rechazo que levanta muros.
Sin esa apertura, cualquier alianza parece débil.